La mejor de las noches
Es
la Nochebuena ,
que por algo se llama así, y mañana es Navidad.
Resuenan, ya, villancicos en el aire, y lo
hacen con sus canciones sencillas y poéticas, esas que se cantan desde siempre,
desde los “días azules” como los llamaba Antonio Machado, que y dicen cosas
así: "En el portal de Belén hacen
lumbre los pastores/ para calentar al Niño que ha nacido entre las flores...".
O bien, aquél, cuyas palabras fluyen, repicantes van cantando así:
"La Virgen
se está peinando entre cortina y cortina/ los cabellos son de oro y el peine de
plata fina./ La Virgen
está lavando y tendiendo en el romero/ los angelitos cantando y el romero
floreciendo./ La Virgen
está lavando con un poquito jabón/ se le picaron las manos, manos de mi
corazón..."
Pensamos en algunas flaquezas y en alegrías verdaderas y, en fin, pensamos que somos la hierba más débil y la criatura más fuerte.
Pero
llega la Nochebuena
y nos vamos preparando para recibirla, con el alma reluciente y con nuestra
mejor sonrisa. Mirando hacia nosotros y sobre todo hacia los otros, dispuestos
a peinar nuevos sueños y esperanzas. Y es así que besamos mejillas queridas
para recibir una ofrenda semejante.
En
la cena de la Nochebuena
festejamos el nacimiento del Niño de Belén. Infinito, para compartir con todos.
He ahí su simbolismo. Todo nacimiento es motivo de alegría, porque da cabida
a la vida y a su hermana gemela, la esperanza. Es una alegría que tiene
conciencia de su milagro, y reaviva el milagro de vivir.
Por
cosas como ésta, comamos y bebamos en
paz con los nuestros, y levantemos con alegría una copa para que podamos
escuchar al ruiseñor anunciando el nacimiento en el
preciso momento en por el cielo cruza esa "estrella que se ha perdido y en
su rostro resplandece".
No
olvidemos que en la primera Nochebuena los ángeles desearon la paz a los
hombres de buena voluntad. Vamos a desearla, también nosotros, en ésta, la
mejor de cuantas noches han sido.
¡Feliz Navidad!