Una caminata por París
Rubén Loza Aguerrebere en las escaleras de la iglesia de
Saint-Étienne-du-Mont, esperando el auto del film “Medianoche en París”
Este artículo se ha publicado en la
revista española
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Baudelaire
pensaba que el “flâneur”, además de buscar el placer de lo nuevo, captaba el
momento que pasa, característico de la vida moderna.
Acabo
de llegar de París una vez más. Subir una mañana la cuesta de la rue Cardinale
Lemoine hacia la Place
de Contrescarpe, es un paseo placentero. Allí está la primera casa que habitó
Hemingway en París, en el 74 de esa estrecha calle.
Antes de llegar aquí, en el 71 de
Cardinal Lemoine, encontramos el departamento que en 1921 habitó James Joyce.
Se lo había prestado Valery Larbaud y Joyce terminó de escribir el “Ulises”,
iniciado en 1913.
Y mis pies inquietos no se detienen
hasta llegar a “Shakespeare and Company”, templo literario ubicado en el 37 de
la rue de la Bûcherie ,
que regentea mi amigo David Delanet, rebosante de los textos antiguos más
diversos en sus mesas rodeadas de incontables fotografías y sus ofertas
ocupando la vereda.
Luego de este paseo uno puede
descansar un rato leyendo al sol los cafés de la orilla izquierda, en St.
Germain y Montparnasse, a los que Sartre y Simone de Beauvoir concurrían
habitualmente.
Tras estas caminatas, que hago
habitualmente, agrego a veces, y por cierto muy divertido, las que realizaba el
protagonista de la película de Woody Allen “Medianoche
en París”, un escritor llamado Gil e interpretado por el actor Owen Wilson.
Y como él, he visitado el restaurante Mon.
Paul, frente a place Deauville, y me he sentado a la espera de aquel auto
casi mágico que lo llevaba hacia el pasado, a los días que en esa ciudad vivían
Hemingway y Scott Fitzgerald y Gertrude Stein y demás miembros de la
“generación perdida”.
Pero, sentado en las escaleras de la
iglesia de Saint-Étienne-du-Mont, donde ese escritor de aquella película
aguardaba el coche que venía subiendo a su derecha por la rue de Sainte
Genevieve, he esperado en vano pues nunca ha pasado por mí. Y, entusiasmado por
la ciudad, sigo mi camino por otras calles que viven en mi corazón desde siempre,
y a las que he intentado recrear en algunos de mi libros como “Morir en Sicilia” (Ediciones Bassarai) y
en mis novelas “Muerte en el Café Gijón”
(Ediciones de la Plaza
en Montevideo y Funambulista en Madrid) y la reciente “El secreto de Amparo” (Ediciones de la Plaza ).
Y sigo recorriendo este mundo,
soñando con los ojos abiertos y con una mochila por corazón, como decía Camilo
José Cela.