Borges y el humor
Se publicó también en la revista española LasdosCastillas.net,
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Borges
era un humorista que empezaba por no tomarse en serio a sí mismo. Y hoy
quisiera evocar esa faceta singular de Borges, el erudito ciego dedicado a
escribir cuentos para la posteridad. El suyo era un humor juguetón, vivaz, muy
agudo.
Veamos. Una atenta señora lo detiene
emocionada en el medio de la calle, le
toma de las manos y dice: “¿Pero, usted
es Borges, verdad?”. Y el maestro le responde: “Sí. Pero si
seguimos aquí corro el riesgo de dejar de serlo en cualquier momento”.
Borges sale acompañado por un amigo
de un restaurante, en la calle Corrientes. Desde un camión un grupo de hinchas
de Boca Juniors le grita: “¡Borges, sos
más grande que Maradona!”. Borges susurra al oído de su amigo: “Bueno, eso estaría bien que lo gritaran en
Estocolmo, a ver si influyen un poco en los académicos suecos”.
Roberto Alifano, quien fuera durante
diez años secretario de Borges, escribió un libro seductor titulado,
precisamente, “El humor de Borges”. Y
en él, recoge incontables humoradas del maestro. Y comenta: “Borges se divertía mucho consigo mismo. Esa difícil coincidencia de
ceguera e inteligencia lo aisló de maravilla”.
Tras una conferencia, mientras los
invitados le esperan en el salón para almorzar, y como Borges demora demasiado
lavándose las manos, Alifano va por él. Ingresa al baño y, mirándolo ante un
grifo que gotea despacio, le pregunta: “¿Qué
pasa, Borges, no sale agua?”. Y Borges le responde: “Sí; pero con escrúpulos”.
Otra. Borges camina por el centro de
Buenos Aires y una persona y al cruzarse con él lo increpa, diciéndole: “¡Usted
un bluff!”. Borges se detiene en la acera y, apoyado en su bastón, le
dice: “Estoy de acuerdo, señor; pero un bluff involuntario”.