En Venecia con la “musa” de Hemingway
En
la revista literaria http://lasdoscastillas.net/ de Barcelona he publicado esta semana este artículo sobre un cuento de mi libro
“La tarde queda” (Ediciones de la Plaza , Montevideo). Quien desee
visitarlo allí podrá hacerlo haciendo clic aquí
Es
una novela que me ha gustado mucho “Al
otro lado del río y entre los árboles”, ambientada en Venecia, penúltimo
libro publicado por Ernest Hemingway en vida. García Marquez lo consideraba la
mejor novela de Hemingway. La más llena de vida.
En el centro de esta novela está la
baronesa Adriana Ivancich, quien tenía 19 años cuando el escritor (casado
cuatro veces) la conoció en Venecia y,
poco después, la convirtió en la heroína de su libro.
Pues bien, los aquí mencionados,
tienen una relación más o menos cercana, más o menos distante, con un relato
mío, llamado “Un amor otoñal”, que
figura en mi libro “La tarde queda”, que
fue prologado por Carlos Alberto Montaner.
Veamos. El escritor colombiano Plinio Apuleyo
Mendozame dijo que la citada novela de
Hemingway tenía un personaje entrañable,
que era el de la jovencita aristocrática llamada Renata, vivo retrato de la baronesa Adriana Ivancich.
Prosigo. Utilizando las técnicas literarias
del cuento, integré la entrevista que le realicé en Venecia a la baronesa
Adriana Iavancich, a mi cuento “Un
amor otoñal”, en mi libro de relatos “La
tarde queda” (Ediciones de la
Plaza , Montevideo, 2012).
En este relato introduje, además, como uno de
los protagonistas esenciales, al académico francés Jean d’Ormesson (autor de
libros tan celebrados como “Por capricho
de Dios” y “El judío errante”), un visitante muy
habitual de Venecia, quien guía al narrador de mi cuento hasta Adriana
Ivancich.
Una vez editado, le envié mi libro a
Jean d’Ormesson, admirado maestro, quien,
generoso como siempre, me respondió enviándome una carta donde dice estas palabras:
“Figúrese:
yo estaba en Venecia por diez días. A mi regreso a París me encuentro con “Un
amor otoñal”. ¡Gracias! Yo estoy encantado de reencontrarme con Hemingway allí.
Yo le conocí bien y mucho. Así, gracias a usted, tengo un buen compañero. Por
ello, como siempre, mi gratitud y mi
amistad: Jean d’Ormesson”.
La joven baronesa hemingwaiana nos
sedujo a todos.