Ernesto Sábato, 5 años de su adiós
Hace cinco
años murió Ernesto Sábato, el ilustre escritor argentino, Premio Cervantes
entre tantos otros galardones.
Nacido el
24 de junio de 1911, en la ciudad bonaerense de Rojas, levantó el vuelo el 30 de abril de 2011.
Sus
estímulos intelectuales, siempre lo señalaba, fueron alentados por el humanista
dominicano Pedro Henríquez Ureña. Recuerdo que estuve en la República dominicana,
invitado al traslado de sus restos.
Hacia 1930
Sábato ingresó en la Facultad
de Matemáticas en la Plata ,
y gracias a Bernardo Houssey, se especializó en radiaciones atómicas en el
Laboratorio Curie, en Francia. Regresó dos años después a la Argentina , para
dedicarse a la literatura.
Y así fueron llegando sus destacadas novelas. Albert
Camus hizo editar en París la primera de ellas, “El túnel”, a la que siguieron sus libros de ensayos. En los 80 participó en la CONADEP y escribió,
agobiado, los testimonios de
desaparecidos, en su digno y valiente “Informe
Sábato”.
Desde la adolescencia, admiré su novela “Sobre héroes y tumbas”, seducido como suele ocurrirnos en la “edad en llamas de la adolescencia”, al
decir del poeta Petit de Murat. Y después por “El escritor y sus fantasmas”.
Y luego, yo también fui uno más de los jóvenes que recurrimos a él,
sabiendo que seríamos escuchados. Lo hice enviándole mi primer libro, “La espera” y recibí su respuesta rápidamente. Luego de ese primer
mensaje, muy estimulante, fueron llegando nuevas cartas. Lo veía personalmente
en la Feria del
Libro en Buenos Aires. Tengo una foto de uno de esos encuentros. Fue maestro y
amigo.
En sus
numerosas misivas Sábato me hablaba de
diversos temas. Me contaba que se iba a
París para recibir el Premio Medici por su novela “Abbadon el exterminador”. Me
decía que no debía desanimarme en la angustiosa tarea de crear. Me contaba que
su esposa Matilde le había leído una tarde un cuento mío. Cosas así.
Cuando le concedieron el Premio Cervantes, en
España, yo escribí sobre ese galardón en mi columna de “El País” de Montevideo, y poco después recibí del maestro Sábato
una carta donde me decía: “Gracias,
querido y generoso Rubén… Matilde me leyó el artículo sobre el premio
Cervantes, que me conmovió (nos conmovió) profundamente; una nueva muestra de
su calidad espiritual y de su inalterable sentimiento de amistad, para mí uno
de los atributos que más admiro en los seres, tan propensos como somos a la
deslealtad, a la cobardía, a la mezquindad”.
Sábato dio
a conocer, con muchos años ya, los libros “Antes
del fin”, “La resistencia” y “España en los años de mi vejez”.
Paralelamente, el maestro se dedicó también a la pintura. Y levantó el vuelo un mes y medio antes de
cumplir 100 años.
Hoy, su voz perdura en sus libros, intocada por el tiempo.