Paseos por China
con Toni Montesinos
El escritor Toni Montesinos (Barcelona, 1972) es autor de
una vasta y muy valiosa obra literaria. Ejerce la crítica en diversos diarios y
revistas españolas y, desde 2009, tiene su blog literario “El alma de las palabras”. Entre los títulos de su melódica y
melancólica pluma están “Solos en los
bares de noche" y "Hildur",
sus libros de poesía "El atlas
de la memoria" y "Diario
del poeta isleño", así como sus magníficas crónicas de viaje reunidas
en "Escenas de la
catástrofe", en Nueva York, y
el reciente “Los tres dioses
chinos” (Ed. Forcola).
Hemos dialogado con Toni Montesinos sobre los motivos más hondos de su reciente libro, escrito a modo de diario, sobre las emociones de su viaje a Oriente a través de sus visiones de Pekín y Xian. Y dice:
Hemos dialogado con Toni Montesinos sobre los motivos más hondos de su reciente libro, escrito a modo de diario, sobre las emociones de su viaje a Oriente a través de sus visiones de Pekín y Xian. Y dice:
--Hay
dos lugares en el mundo actual que marcan el rumbo de los elementos más
poderosos –la información, la economía– de la sociedad moderna: Nueva York y
China. Nosotros miramos a izquierda y derecha, y ahí los tenemos, lejísimo y espantosamente cerca, pues quién no ha
estado en la Gran Manzana aunque no haya salido de sus cuatro paredes, quién no
vive a diario entre chinos, productos y seres humanos. Viajar se ha convertido
en verdad en una forma no de conocer sino de constatar lo ya sabido. A eso me
refiero en Los tres dioses chinos. “Un viaje a Pekín, Xian y Shanghái desde
Nueva York y hasta Hong Kong”, un diario-ensayo-memorias-crónica viajera de
algo que nació bajo un pretexto típicamente turístico pero que se convirtió en
materia de ensoñación y lenguaje, en prosa híbrida, impudorosa y confesional.
--¿Cómo se inicia tu viaje?
--El viaje empieza
tras pasar unos días en Nueva York, ciudad que también tiene un peso
considerable en el libro, y recrea desde la mera experiencia de trasladarse
cogiendo al final doce aviones, hasta lo que destila cada monumento religioso,
de carácter budista, en feroz contraste con lo más palpable de China: el afán
consumista.
--También cuentas las
visitas a los templos, los jardines, la Gran Muralla…
-- Ironizo sobre por qué a la
ciudad de Pekín de repente le cambiaron el nombre en los medios de
comunicación, en un gesto esnob gratuito, para denominarla Beijing. Hablo de
los templos, de los jardines, me subo a la Gran Muralla China, en verdad “el
mayor cementerio del mundo”, pues es escalofriante el número de esclavos que
trabajaron y murieron construyéndola. Mención aparte merece Xian, sobre todo con los Guerreros de Terracota,
una de las cosas más impresionantes que se pueden disfrutar en un viaje
turístico, con la historia detrás, fantástica, del Primer Emperador, que anheló
destruir el pasado para que todo comenzara con él y concibió un mausoleo para
su inmortalidad.
--Tu libro habla también de una
China sofisticada que no es China…
--Inolvidable el paseo nocturno en barco por Shanghái,
que llamo una Blade Runner oriental; es de esas
postales que uno guarda por la hermosura de la noche y las luces, el agua y el
sky line de la ciudad. El libro se cierra con unas páginas dedicadas a
Hong Kong, esa China que no es China (un país, dos sistemas), sofisticada,
rabiosamente comercial. Mi libro es un libro de sentimientos, asuntos
culturales, reflexiones literarias, autobiografía de lo intelectual y de lo
sensible. Así entiendo yo el género de la crónica, como una prosa palpitante,
ávida de honestidad y que refleje el caudal de pensamientos y emociones que nos
embargan en el caminar y observar.