El cartero de Neruda
Para Antonio Skármeta
A Mario, el personaje central de “Ardiente paciencia”, lo vi por primera vez en un pequeño teatro de
Nueva York. Esta celebrada pieza teatral estaba interpretada por un elenco
chicano.
Pasaron
años (como decía Maupassant para ahorrar momentos tediosos) y luego aquella
pieza se convirtió en una novela y más
tarde pasó al cine. Mario se convirtió en una celebridad.
Mario
era un muchacho sin lecturas, un poco haragán,
un poco torpe; y un buen día obtuvo un modesto trabajo. Cartero.
Debía
llevar diariamente en su vieja y pesada bicicleta la abundante correspondencia
que recibía nada menos que el ilustre poeta Pablo Neruda.
Y allá
va y viene, pedaleando, hasta la casona del solitario poeta quien, poco a poco,
comienza a sentir afecto por su cartero personal. Luego conversan y el famoso poeta le
responde, en diversas charlas entrecortadas, algunas ingenuas preguntas a su
cartero.
Mario es
un muchacho enamorado de una chica que, como corresponde, no le corresponde.
Y además
se llama Beatriz.
Y bien,
así van sucediéndose los días, que unos tras otros son la vida. Y las
metáforas, también, porque don Pablo, el poeta se las explica a su cartero y
éste intenta modelar unos versos.
Quien
conoce muy bien la historia de Mario (una historia un poco melancólica,
tristona y envolvente) es un escritor chileno tan generoso como dueño de una
proverbial simpatía, Antonio Skármeta, quien ha alcanzado vasta notoriedad
contando tantas historias en cuentos y novelas traducidas a treinta idiomas,
además del lenguaje del cine.
Pues
bien, cuando su novela pasó a la pantalla grande (ganó 25 premios el film)
Mario encontró allí el increíble rostro de Máximo Troisi (ojos tristes y una
voz apagada, voz que habla para adentro mientras mi amigo Ulises Passarella
entrecierra los ojos y despliega su bandoneón para que surja una leve melodía
memorable), sensible actor que, tras interpretar a Mario, al día siguiente de
terminada la filmación, levantó el vuelo.
Mi amigo
Antonio Skarmeta recuerdo que tenía, dicho sea de paso, en las horas libres, un
programa de televisión donde hablaba de libros y también pedaleaba una
bicicleta, emulando al querido cartero, cuesta arriba y envuelto en la dulce
tonada que empujaba a Mario cuando iba con paquetes y sobres a casa del poeta.
En
aquella lejana pieza teatral que vi una fría noche neoyorkina, moría el poeta
chileno y Mario, acongojado, lo sobrevivía. En la versión cinematográfica, en
cambio, quien se despide es el cartero y el poeta Pablo Neruda lo recuerda
escuchando las voces secretas del ondulado mar bajo un espejo deliciosamente
azul.
No podía
ser de otra manera. ¿Cómo iba a resistir alguien tan puro, tan tímido y
fugitivo, tanto tiempo, y con una bicicleta, en este mundo de armaduras?