El adiós
del General de Gaulle
El 9
de noviembre de 1970, a los 80 años, en Colombey-les-Deux-Eglises, el general
Charles de Gaulle escribió hasta la hora del almuerzo. Luego dio un paseo por
el jardín, con su esposa. Recibió a su vecino, M. Piot. Redactó dos cartas y,
al atardecer, en la biblioteca, se sentó ante la mesa de bridge a jugar un
"solitario", a la espera de la cena. Eran las 19.15 cuando se quejó:
"¡Ay! Me duele aquí, en la espalda...". Eso dijo. Y cayó sobre un
lado, sin conocimiento. Los primeros en llegar fueron el doctor Lacheny y el
padre Jauguey. A las 19.30 horas, de Gaulle había muerto.
Poco después le llegó la información al Presidente
Pompidou, quien tenía, desde hacía dieciocho años, un sobre con las últimas
voluntades del General de Gaulle. Debía abrirlo sin demora.
Y allí, el general había escrito: "Quiero que mis funerales tengan lugar en
Colombey-les-Deux-Eglises. Si muero en otro lugar, deseo que mi cuerpo sea
trasladado sin ninguna ceremonia pública. Mi tumba deberá ser aquella en la que
ya descansa mi hija Anne y en la que, un día, habrá de descansar mi mujer.
Inscripción: Charles de Gaulle (1890-...) Nada más".
Decía también: "La
ceremonia deberán organizarla mi hijo, mi hija, mi yerno y mi nuera, con la ayuda
de mi gabinete, procurando que sea lo más sencilla posible. No quiero exequias
nacionales; ni la presencia del presidente, ministros, representaciones de
asambleas o cuerpos constituidos. Las fuerzas armadas francesas serán las
únicas que podrán participar oficialmente como tales: su participación, sin
embargo, habrá de tener unas proporciones modestas, sin música, marchas
militares ni toques de trompeta".
Así continuaban sus palabras: "No se pronunciará discurso alguno, ni en la iglesia ni en ningún
otro lugar. No habrá oración fúnebre en el Parlamento. Durante la ceremonia, no
habrá lugares reservados, salvo para mi familia, mis compañeros miembros de la
orden de la Liberación
y el ayuntamiento de Colombey. Los hombres y mujeres de Francia y otros países
del mundo que así lo deseen podrán rendir honor a mi memoria acompañando mi
cuerpo hasta su última morada. Pero deseo que sea conducido hasta ella en
silencio".
Las últimas palabras del General de Gaulle eran éstas: "Declaro de antemano que rechazo toda
distinción, promoción, dignidad, citación o condecoración, ya sea francesa o
extranjera. Si alguna de ellas me fuera concedida, estarían violando mis
últimas voluntades".
Una personalidad admirable y ejemplar.