jueves, 8 de noviembre de 2018


El adiós del General de Gaulle


      El 9 de noviembre de 1970, a los 80 años, en Colombey-les-Deux-Eglises, el general Charles de Gaulle escribió hasta la hora del almuerzo. Luego dio un paseo por el jardín, con su esposa. Recibió a su vecino, M. Piot. Redactó dos cartas y, al atardecer, en la biblioteca, se sentó ante la mesa de bridge a jugar un "solitario", a la espera de la cena. Eran las 19.15 cuando se quejó: "¡Ay! Me duele aquí, en la espalda...". Eso dijo. Y cayó sobre un lado, sin conocimiento. Los primeros en llegar fueron el doctor Lacheny y el padre Jauguey. A las 19.30 horas, de Gaulle había muerto.
            Poco después le llegó la información al Presidente Pompidou, quien tenía, desde hacía dieciocho años, un sobre con las últimas voluntades del General de Gaulle. Debía abrirlo sin demora.
            Y allí, el general había escrito: "Quiero que mis funerales tengan lugar en Colombey-les-Deux-Eglises. Si muero en otro lugar, deseo que mi cuerpo sea trasladado sin ninguna ceremonia pública. Mi tumba deberá ser aquella en la que ya descansa mi hija Anne y en la que, un día, habrá de descansar mi mujer. Inscripción: Charles de Gaulle (1890-...) Nada más".
            Decía también: "La ceremonia deberán organizarla mi hijo, mi hija, mi yerno y mi nuera, con la ayuda de mi gabinete, procurando que sea lo más sencilla posible. No quiero exequias nacionales; ni la presencia del presidente, ministros, representaciones de asambleas o cuerpos constituidos. Las fuerzas armadas francesas serán las únicas que podrán participar oficialmente como tales: su participación, sin embargo, habrá de tener unas proporciones modestas, sin música, marchas militares ni toques de trompeta".
            Así continuaban sus palabras: "No se pronunciará discurso alguno, ni en la iglesia ni en ningún otro lugar. No habrá oración fúnebre en el Parlamento. Durante la ceremonia, no habrá lugares reservados, salvo para mi familia, mis compañeros miembros de la orden de la Liberación y el ayuntamiento de Colombey. Los hombres y mujeres de Francia y otros países del mundo que así lo deseen podrán rendir honor a mi memoria acompañando mi cuerpo hasta su última morada. Pero deseo que sea conducido hasta ella en silencio".
            Las últimas palabras del General de Gaulle eran éstas: "Declaro de antemano que rechazo toda distinción, promoción, dignidad, citación o condecoración, ya sea francesa o extranjera. Si alguna de ellas me fuera concedida, estarían violando mis últimas voluntades".
            Una personalidad admirable y ejemplar.