Pío Baroja y Hemingway
Conozco la historia de
primera mano, contada por uno de sus protagonistas: el maestro Javier Bello Portu,
destacado director de orquesta del País Vasco, quien vivió casi toda su vida en
París, donde murió. Nos la contó una noche en Madrid, mientras cenábamos, al
escritor Raúl Guerra Garrido y a mí.
Cuando Hemingway visitó a Pío Baroja en su lecho de enfermo,
le obsequió una de sus novelas, escribiendo en ella que era Baroja, y no él, quien
merecía el Nobel que acababan de concederle.
El maestro Bello Portu
refirió, luego, cómo había transcurrido el triste día de la muerte de Pío
Baroja, y nos dio detalles de su entierro.
Supimos que habían
asistido muy pocas personas; dijo que tenía una foto de aquellos momentos,
cuando le dieron sepultura: “Los puedo identificar uno por uno”.
Le
pregunté sobre la presencia de Hemingway en el velatorio de Pío Baroja, sobre
la que conocía detalles gracias al libro famoso de José Luis Castillo Puche, y,
en efecto, la confirmó: “Fui yo quien
invitó a Hemingway a cargar al ataúd de Baroja para poder sacarlo a la calle”,
dijo. “Me contestó que era demasiado
honor. Que lo cargaran sus amigos”.
Cuando, al fin, decidieron sacar el
cajón, advirtieron que la tarea no era
nada sencilla, porque la escalera era demasiado estrecha. Necesitaban más manos,
y más astucia y fuerza.
Y agregó el maestro
Bello Portu: “Nos disponíamos a llevar el
cajón a pulso, cuando Camilo Cela me pidió que le hablara de nuevo a Hemingway.
Y me dirigí hacia él. Estaba en un
rincón, acongojado. Lloraba detrás de sus pequeños anteojos de aro redondo”.
Entonces, me detuve frente a él y le dije: “¿Vamos?”. Hemingway
me contestó, sacándose los lentes: “¡Si siguen dando la lata, cojo el cajón y
lo saco yo solo!”.
Javier Bello Portu se
lamentó: “Debido a esas idas y venidas,
perdí mi lugar, y no pude cargar el ataúd de mi amigo en su último viaje”.
Pío
Baroja sigue vivo en sus memorables libros.