Los Sanfermines
eternos
El 7 de julio
comienzan las Sanfermines. Desde la puerta del Café Iruña, en Pamplona, veo la Plaza del Castillo, donde
acontecía todo en los Sanfermines de aquellos tiempos cuando los visitaba
Hemingway y sus amigos. Había fuegos artificiales, cine mudo y bailes
callejeros. Fue lo que sedujo a Ernest Hemingway por primera vez a Pamplona,
hace 82 años, aconsjado por Gertrude Stein. Y allá fue, con su esposa Hadley. Y, desde entonces, los
Sanfermines fueron para él una cita ineludible, y tema esencial de varios de
sus celebrados libros, en especial su novela “Fiesta”, llevada al cine.
Pero sólo una parte
de cuanto vio Hemingway sobrevive. El disparo del Chupinazo, al mediodía del 7
de julio, costumbre que data de 1941.
Hablar de Hemingway en Pamplona es hablar del café Iruña, que fue
lugar común de todas sus visitas. Allí bebió incontables botellas de vino y
cognac, a veces con Ava Gardner. Ahora, allí, vemos apoyada al mostrador, con
su talla enorme, una estatua de bronce de tamaño natural. A su lado os
parroquianos beben su copa. No lejos del mostrador, junto a la escalera el piso
alto, está la mesa donde solía escribir.
Desde el Café Iruña
tenía una visión privilegiada de la
Plaza del Castillo. Cruzando la calle, estamos en el Hotel La Perla , a cuya antigua
propietaria (año 1923) Ignacia Erro, Hem consideraba su benefactora. Ella le
dio siempre la habitación 217, que hoy no se alquila, con sus balcones a la
calle Estafeta, para ver los toros.
Pamplona, que sabe bien quien era
Hemingway (el Premio Nobel de literatura, el cazador en Africa, el aventurero
en las guerras), ha asumido su leyenda y lo recuerda siempre. Hay pasacalles en
su homenaje. Cercano a los sesenta años seguía visitándola, cuando ya las
fiestas gozaban del atractivo internacional que había contribuido a darles.
Y, hacia la izquierda, a pasos del
café Iruña (en el 26 de la Plaza
del Castillo) está, desde 1941, la librería de Gómez S.A. Allí, he comprado una
nueva edición de “Muerte en la tarde”, en cuya carátula vemos al joven Hemingway y su
esposa Pauline, en la plaza de toros. Esta es la primera edición castellana
idéntica a la inglesa de 1932, y tiene las fotografías de aquellas corridas,
así como un homenaje del escritor a Navarra y su gente.
Esa relación de Hemingway con
Pamplona es una clave para comprenderlo mejor. Llegó como periodista y se
marchó como novelista. Su primer artículo de los Sanfermines fue un reportaje
donde habló de la primera corrida de toros que presenció en su vida y, también,
de las montañas de Navarra. Luego Hemingway se convirtió, al decir de García
Márquez, en el escritor que más ha influido en quienes tienen su mismo oficio.
Sentado donde Hemingway escribía en
el café Iruña, redacté apuntes para esta crónica, y luego fui al Hotel la Perla , bajo el limpio cielo
azul de Pamplona, y recorrí la
Plaza del Castillo. Paseos que hizo el autor de “Fiesta”, “Muerte en la tarde” y “El
verano peligroso”, con su barba blanca, penacho de su fama, caminando ese
mundo entre real e imaginario y del que nunca acabó de irse del todo.