Nochebuena y Navidad
Esta noche es Nochebuena, la
mejor de cuantas noches han sido, y mañana es Navidad.
Repasamos los días que se han ido
y el corazón rebosa de sentimientos. Es natural. Pensamos en algunas flaquezas,
en algunas tristezas emboscadas y, por cierto, en las alegrías. Es entonces
cuando nos damos cuenta de que el hombre es la criatura más fuerte pero la
hierba más débil.
Mientras las agujas caminen hacia
la medianoche, procuramos sentirnos mejores y nos atrevemos a peinar nuevos
sueños y renovadas esperanzas. Con una mochila abierta por corazón, dejaremos
un beso en las mejillas queridas, esperando idéntica ofrenda.
Desde lejos, desde siempre, se acercan las voces de los
villancicos, repletos de emociones. Y somos capaces de cantar cosas así: "En el
portal de Belén hacen lumbre los pastores/ para calentar al Niño que ha nacido
entre las flores...". O también aquel que decía: “La Virgen
está lavando y tendiendo en el romero/ los angelitos cantando y el romero
floreciendo./ La Virgen
está lavando con un poquito jabón/ se le picaron las manos, manos de mi
corazón..."
Todos anuncian que un niño nacerá en Belén, infinito, para ser compartido por todos. He ahí su
simbolismo. Porque Nochebuena y llegamos a la Navidad , y toda Navidad es
nacimiento, y todo nacimiento es motivo de alegría porque da cabida a la vida y
la esperanza.
Dejemos que el alma suba hasta la
superficie y que podamos sentirnos fraternos junto al arbolito navideño o al
pobre pesebre tan pobre como aquél, y demos gracias con ilusiones renovadas. Y
cuando escuchemos a un ruiseñor anunciando el nacimiento, levantemos una copa y
brindemos, como en la primera Nochebuena, por todos los hombres de buena
voluntad.
Esta noche es Nochebuena, y
mañana es Navidad.