Shakespeare and Company
Camino una vez más por rue Cardinale
Lemoine hacia la Place
de Contrescarpe. Es, siempre, un paseo placentero por París. En el número 74 de
esta calle está la primera casa que habitó Hemingway junto a su mujer (Pauline)
y su pequeño hijo. La pintó en sus memorias de “París era una fiesta”.
La
primera vez que la vi, no tenía aún esta
placa que desde hace muchos años la señala. No lejos, en el 71 de esta misma calle, está el
departamento (que fue de Valery Larbaud) donde James Joyce escribió su famosa
novela “Ulises”.
Sigo
mi paseo. En la place de Contrescarpe, en el alargado café, en cuya terraza
solía escribir el escritor Jorge Semprún, y a quien conocí en Madrid. El autor
de “La segunda muerte de Ramón Mercader”,
fue Ministro de Cultura de Felipe González. Era un hombre generoso y
cordial.
Y
llego una vez más al 37 de la rue de la Bûcherie , a la librería “Shakespeare and Company”. Miles de libros antiguos, incontables
fotografías colgadas a las paredes, mesas interiores repletas y las ofertas en
las mesas de la vereda.
Esta
librería es un templo literario. La norteamericana Silvia Beach fue la
fundadora y ángel tutelar, aunque en otro lugar, por cierto, hacia 1919. El
mobiliario de aquella librería lo eligió en casas de antigüedades y en el
mercado de las pulgas, y los libros los escogía en tiendas de libros ingleses
de segunda mano de París o los traía de Estados Unidos y Londres.
Cada
socio de “Shakespeare and Company”
tenía entonces un carnet y podía elegir uno o dos libros. André Gide fue uno de los primeros abonados.
Luego llegaron los integrantes de la llamada (por Gertrude Stein) “generación
perdida”, con Hemingway y Scott Fiztgerald a la cabeza. A James Joyce le
editaron allí su novela “Ulises”, la
que leyó el 7 de diciembre de 1921.
En
una nueva recorrida por esta caótica y deliciosa librería de hoy, hablo una vez
más con David Delannet, su responsable. Me obsequia libro que ha editado, con
la historia de la librería, ilustrado con numerosas fotografías en color de
este lugar donde uno puede encontrar las obras más sorprendentes.
Y
luego, con algunos de esos libros como un tesoro bajo el brazo, seguimos andando,
y qué mejor que sentarnos en la terraza de “Les
Deux Magots”, en St. Germain, al que Sartre y Simone de Beavoir, así como
Hemingway, concurrían habitualmente.
Miramos
los libros, bebemos una copa junto a la gente que va y viene, y pensamos que
todo está igual a tantas visitas anteriores en la geografía emocional de París.