Los Sanfermines eternos
El jueves, como
todos los 7 de julio, se iniciaron los Sanfermines.
Desde la puerta del
Café Iruña, en Pamplona, veo la
Plaza del Castillo, donde acontecía todo aquello que en los Sanfermines
de entonces atrajo a Ernest Hemingway por primera vez a Pamplona, hace 93 años.
Llegó acompañado por su primera esposa, viajó, aconsejado por Gertrude Stein. Y
desde entonces, los Sanfermines fueron para él una cita ineludible así como el
tema esencial de varios de sus libros, en especial, su famosa novela “Fiesta”, que fue también llevada al
cine.
Pero sólo una parte
de cuanto vio Hemingway sobrevive. Entre ellas, el disparo del Chupinazo, a las
doce del mediodía, que data de 1941.
Pamplona lo
recuerda anualmente. Hay pasacalles en su homenaje.
Hablar de Hemingway en Pamplona es hablar del café Iruña, que fue
el lugar común de todas sus visitas. Allí bebió incontables botellas de vino y
cognac, acompañado por figuras tan
célebres como Ava Gardner. Hoy, en este famoso café de Pamplona, apoyada al
mostrador, tenemos su estatua de bronce, de tamaño natural. Junto a ella, todo el mundo bebe una copa. No lejos
del mostrador, junto a la escalera que lleva al primer piso, está aún la
pequeña mesa donde Hemingway solía escribir.
Desde el Café Iruña
tenía una visión privilegiada de la
Plaza del Castillo.
Basta cruzar la
calle para llegar al Hotel La
Perla , a cuya propietaria de entonces, llamada Ignacia Erro, Hemingway
consideraba su benefactora. Ella le cedía siempre la habitación 217, la que hoy
no se alquila, con sus dos balcones a la calle Estafeta, para ver los toros.
Y allí a metros del café Iruña (en el 26 de la Plaza del Castillo) está,
desde 1941, la librería de Gómez S.A., donde pude comprar una nueva edición de “Muerte en la tarde”, cuya carátula muestra al joven Hemingway y su
esposa Pauline, en la plaza de toros. Es la primera edición castellana idéntica
a la inglesa de 1932, e incluye las fotografías de aquellas lejanas corridas.
La relación de Hemingway con
Pamplona es una clave para comprenderlo mejor: llegó como periodista y se
marchó como novelista. Su primer artículo sobre los Sanfermines fue un
reportaje donde habla de la primera corrida de toros que presenció en su vida.
Luego, Hemingway se convirtió en escritor de cuentos y de novelas y, al decir de
García Márquez, en el escritor que más ha influido en quienes tienen su mismo
oficio.
En el Café Iruña redacté mis apuntes
para las crónicas de este mundo tan seductor y celebrado. Conocí el Hotel la
Perla. Y bajo el limpio cielo azul de
Pamplona recorrí la Plaza
del Castillo.
Emociona saber que estos recorridos
hizo el querido y barbado maestro de “Fiesta”,
“Muerte en la tarde” y “El verano peligroso”, al que podía
imaginar con su barba blanca, penacho de su fama, caminando por este mundo al
que dio ancha fama y del cual él nunca acabó de irse del todo.