sábado, 30 de julio de 2016

Voló a su leyenda




  
El 31 de julio se cumplen 72 años del día que voló a su leyenda Antoine de Saint Exupery. Ese día derribaron el avión que piloteaba sobre el Mediterráneo el autor de “El Principito”.
El 31 de julio de 1944, a las 8.45 horas, levantó vuelo en un Lockheed P-38 F5B. A las 10.30 horas había desaparecido de los radares. Su misión estaba vinculada con el desembarco de los aliados. Debía tomar fotografías en las costas del Sur de Francia, ocupadas por los alemanes.
Saint Exupéry no regresó nunca.
Muchos años después, en 1998, se encontró en el fondo del mar una pulsera de plata con el nombre de Saint-Exupéry y el de su esposa, y un fragmento de su traje. Hace solo dieciséis años se hallaron los restos de su avión, frente a Marsella. En 2003 el Departamento de Arqueología Subacuática confirmó que se trataba de la nave del autor de "El principito".
En el número 8 de la calle Alphonse Fochier, que antes se llamaba Rue de Peyrat, en Lyon, hay una placa oval que informa: "Aquí nació Antoine de Saint-Exupéry, el 29 de junio de 1900". Sus padres fueron el conde Jean de Saint-Exupéry y Marie Boyer de Fonscolombe.
Antoine quedó huérfano de padre a los cuatro años. Cursó estudios en la Escuela Naval, pero no los terminó; hizo el servicio militar en la aviación, obteniendo el título de piloto aviador. Ingresó en la Compañía Latécoère (más tarde sería "Air France") y, posteriormente, fue destinado a Cabo Juby. Designado en Buenos Aires director de la compañía "Aeroporta Argentina", estableció la comunicación aérea entre Buenos Aires y la Patagonia.
El primer libro de Saint-Exupéry fue "Correo del sur", de 1929. Dos años después dio a conocer "Vuelo nocturno", que tenía un prefacio de André Gide, y obtuvo el Premio Femina. Ese mismo año el escritor se casó con Consuelo Suncín Sandoval, una mujer viuda, que se había casado con el notorio periodista Enrique Gómez Carrillo.
Cuando estalló la Segunda Guerra, inhabilitado para el servicio militar, Saint-Exupéry fue piloto de reconocimiento. Al caer Francia, en 1940, se marchó a Nueva York, donde escribió en 1942 "Piloto de guerra". Y un año más tarde dio a conocer su hermoso cuento infantil: "El principito".
Este libro es, con honor, el gran clásico de las letras francesas. Y su personaje, un héroe intemporal. Es un auténtico fenómeno editorial, con más de 145 millones de ejemplares vendidos, 1.300 ediciones y 265 traducciones. 
Todos aquellos que lo leyeron (bien lo sabe mi lector) lo recuerdan con emoción y son los responsables de difundirlo para que el personaje y sus historias permanezcan vivas, ajenas al paso del tiempo. 

sábado, 23 de julio de 2016


Conversación con las Catedrales
           
                        
                                         


           
            He visto en Internet  una fotografía que me ha llamado la atención: Mario Vargas Llosa, acompañado por Isabel Preysler,  conversa con Felipe González que está sentado a su izquierda. Y sobre sus piernas, Vargas Llosa tiene un ejemplar de  mi libro “Conversación con las catedrales. Encuentros con Vargas Llosa y Borges”, editado en Madrid por Funambulista.  Vi la foto por casualidad. Una grata sorpresa.
            Sobre mi libro (cuya carátula reproduce dos fotos, una donde muy jovencito estoy junto a Borges y  la otra con Vargas Llosa) quisiera decirles algunas palabras sobre mis intenciones de reunir en él mis diálogos con las “catedrales literarias”.
            Conocí personalmente a Borges, en Buenos Aires, hacia 1978; luego nos vimos en diversas oportunidades en su Buenos Aires natal y en su/mi Montevideo. A Mario Vargas Llosa le conocí en 1982 y, desde entonces, he vivido gratos momentos junto a él: en Montevideo, Punta del Este, Buenos Aires, Rosario (Argentina), Caracas, Valencia y, sobre todo, en Madrid. 
       Uno y otro, han estimulado generosamente mis intereses literarios, además de enriquecerme con sus libros. Comencé a admirarlos, sin soñar que algún día les iba a conocer personalmente, cuando, adolescente, vivía en mi pequeña ciudad natal, Minas. Andando el tiempo, Borges hizo publicar, jactándose de ello, en "La Prensa" de Buenos Aires, mi cuento "El hombre que robó a Borges" (que se incluye en este libro a modo de epílogo), y años después convertí en personaje de ficción a Mario Vargas Llosa en mi novela "Muerte en el café Gijón", publicada en Montevideo por "Ediciones de la Plaza" y en Madrid por "Editorial Funambulista": http://melibro.com/conversacion-con-catedrales/
Y bien, en estas páginas de “Conversación con las catedrales” reúno buena parte de mis diálogos con ambos escritores (publicados en “El País” de Montevideo, diarios argentinos, revistas españolas y de Estados Unidos), sobre los temas más variados: sus confesiones sobre la literatura, la forma de escribir sus cuentos y poemas y novelas, el goce de la lectura, el germen de algunos de sus libros, el mundo en que vivimos, la política, la libertad y la democracia así como la falta de ambas, el compromiso del escritor,  el regocijo de estar vivos así como los sueños y las admiraciones.
En un tiempo como éste, poco dado a la admiración, asumo este riesgo con alegría, porque nunca he dejado de sentirla por estos dos escritores y sus obras.
        Finalmente, debo decir que “Gussi”  distribuirá este libro en las librerías montevideanas y, así, pronto estará aquí codo a codo con mis novelas. A las que en agosto se sumará una que acabo de terminar. Pero ya les contaré sobre ella.

viernes, 15 de julio de 2016

Shakespeare and Company


      Camino una vez más por rue Cardinale Lemoine hacia la Place de Contrescarpe. Es, siempre, un paseo placentero por París. En el número 74 de esta calle está la primera casa que habitó Hemingway junto a su mujer (Pauline) y su pequeño hijo. La pintó en sus memorias de “París era una fiesta”.
        La primera vez que la vi, no tenía aún esta  placa que desde hace muchos años la señala. No lejos, en el 71 de esta misma calle, está el departamento (que fue de Valery Larbaud) donde James Joyce escribió su famosa novela “Ulises”.
          Sigo mi paseo. En la place de Contrescarpe, en el alargado café, en cuya terraza solía escribir el escritor Jorge Semprún, y a quien conocí en Madrid. El autor de “La segunda muerte de Ramón Mercader”, fue Ministro de Cultura de Felipe González. Era un hombre generoso y cordial.
       Y llego una vez más al 37 de la rue de la Bûcherie, a la librería “Shakespeare and Company”. Miles de libros antiguos, incontables fotografías colgadas a las paredes, mesas interiores repletas y las ofertas en las mesas de la vereda.
          Esta librería es un templo literario. La norteamericana Silvia Beach fue la fundadora y ángel tutelar, aunque en otro lugar, por cierto, hacia 1919. El mobiliario de aquella librería lo eligió en casas de antigüedades y en el mercado de las pulgas, y los libros los escogía en tiendas de libros ingleses de segunda mano de París o los traía de Estados Unidos y Londres.
             Cada socio de “Shakespeare and Company” tenía entonces un carnet y podía elegir uno o dos libros. André Gide fue uno de los primeros abonados. Luego llegaron los integrantes de la llamada (por Gertrude Stein) “generación perdida”, con Hemingway y Scott Fiztgerald a la cabeza. A James Joyce le editaron allí su novela “Ulises”, la que leyó el 7 de diciembre de 1921.
           En una nueva recorrida por esta caótica y deliciosa librería de hoy, hablo una vez más con David Delannet, su responsable. Me obsequia libro que ha editado, con la historia de la librería, ilustrado con numerosas fotografías en color de este lugar donde uno puede encontrar las obras más sorprendentes.
        Y luego, con algunos de esos libros como un tesoro bajo el brazo, seguimos andando, y qué mejor que sentarnos en la terraza de “Les Deux Magots”, en St. Germain, al que Sartre y Simone de Beavoir, así como Hemingway, concurrían habitualmente.
          Miramos los libros, bebemos una copa junto a la gente que va y viene, y pensamos que todo está igual a tantas visitas anteriores en la geografía emocional de París.

jueves, 7 de julio de 2016

Los Sanfermines eternos

               



El jueves, como todos los 7 de julio, se iniciaron los Sanfermines.
Desde la puerta del Café Iruña, en Pamplona, veo la Plaza del Castillo, donde acontecía todo aquello que en los Sanfermines de entonces atrajo a Ernest Hemingway por primera vez a Pamplona, hace 93 años. Llegó acompañado por su primera esposa, viajó, aconsejado por Gertrude Stein. Y desde entonces, los Sanfermines fueron para él una cita ineludible así como el tema esencial de varios de sus libros, en especial, su famosa novela “Fiesta”, que fue también llevada al cine.
Pero sólo una parte de cuanto vio Hemingway sobrevive. Entre ellas, el disparo del Chupinazo, a las doce del mediodía, que data de 1941.
Pamplona lo recuerda anualmente. Hay pasacalles en su homenaje.
            Hablar de Hemingway  en Pamplona es hablar del café Iruña, que fue el lugar común de todas sus visitas. Allí bebió incontables botellas de vino y cognac,  acompañado por figuras tan célebres como Ava Gardner. Hoy, en este famoso café de Pamplona, apoyada al mostrador, tenemos su estatua de bronce, de tamaño natural. Junto a  ella, todo el mundo bebe una copa. No lejos del mostrador, junto a la escalera que lleva al primer piso, está aún la pequeña mesa donde Hemingway solía escribir.
Desde el Café Iruña tenía una visión privilegiada de la Plaza del Castillo.
Basta cruzar la calle para llegar al Hotel La Perla, a cuya propietaria de entonces, llamada Ignacia Erro, Hemingway consideraba su benefactora. Ella le cedía siempre la habitación 217, la que hoy no se alquila, con sus dos balcones a la calle Estafeta, para ver los toros.
            Y allí a metros del café Iruña (en el 26 de la Plaza del Castillo) está, desde 1941, la librería de Gómez S.A., donde pude comprar una nueva  edición de “Muerte en la tarde”, cuya carátula muestra al joven Hemingway y su esposa Pauline, en la plaza de toros. Es la primera edición castellana idéntica a la inglesa de 1932, e incluye las fotografías de aquellas lejanas corridas.
      La relación de Hemingway con Pamplona es una clave para comprenderlo mejor: llegó como periodista y se marchó como novelista. Su primer artículo sobre los Sanfermines fue un reportaje donde habla de la primera corrida de toros que presenció en su vida. Luego, Hemingway se convirtió en escritor de cuentos y de novelas y, al decir de García Márquez, en el escritor que más ha influido en quienes tienen su mismo oficio.
         En el Café Iruña redacté mis apuntes para las crónicas de este mundo tan seductor y celebrado. Conocí el Hotel la Perla. Y bajo el limpio cielo azul de Pamplona recorrí la Plaza del Castillo.
         Emociona saber que estos recorridos hizo el querido y barbado maestro de “Fiesta”, “Muerte en la tarde” y “El verano peligroso”, al que podía imaginar con su barba blanca, penacho de su fama, caminando por este mundo al que dio ancha fama y del cual él nunca acabó de irse del todo.

domingo, 3 de julio de 2016

Nostalgias del ayer

          


Leo las novelas del Premio Nobel de literatura 2014. Patrick Modian, desde siempre. Es, por cierto, uno de los escritores más influyentes de Francia.
        Nacido en París, en 1945, Patrick Mediano (hijo de un italiano y de una actriz belga) comenzó a escribir a los 22 años y es lo que ha hecho siempre. Sólo quiere ser un escritor. No participa del “mundo literario” ni tampoco aceptó ser miembro de la Academia Francesa de Letras.
     Patrick Modiano ha descrito París con una inteligencia y una melancolía que conmueve. Sus páginas, impregnadas por los colores átonos de París, matizados por el gris de ciertas calles como las de su infancia, en Quai de Conti, o el verde intenso de los jardines de Luxemburgo, por donde paseaba la mañana cuando hace dos años su hija le avisó por teléfono que le habían otorgado el Premio Nobel.
     En 1978 ganó el Premio Goncourt con “La calle de las tiendas oscuras”. Luego se fueron sucediendo sus nouvelles, entre otras, “Primavera de perros”, “Flores de ruinas”, “Un pedigrí”, “En el café de la juventud  perdida” y “La hierba de las noches” (Anagrama/Gussi). 
      Patrick Modiano piensa que la juventud es la etapa donde se busca conjurar rápidamente las vagas sensaciones de opresión, que son muy vulnerables, y donde laten la fascinación y la melancolía.
    Sus historias son complejas y sus personajes seductores y enigmáticos. Todas ellas se nutren del pasado, o mejor dicho, de sus recuerdos del ayer. Y así documenta en sus libros la época de  su juventud, evocando el mundo de estudiantes fascinados por la bohemia parisina y por sus vagabundeos por esa ciudad entrañable.  
      El boulevard Raspail, el café Les Deux Magots, la plaza de la Concorde, los Champs Elysés, la Place de l’Alma, aparecen y reaparecen en todas sus novelas. De esta manera París se convierte en una geografía interior, hecha de capas de tiempo, entre el hoy y el ayer, por donde ambulan sus personajes novelescos envueltos en enigmas que los atrapan en su alucinada ciudad.
         Los lectores de Modiano no se sorprenden, no nos sorprendemos por las semejanzas de sus libros, que tratan sobre la memoria y la nostalgia del pasado. No. Por el contrario, nos alegramos por ello y ese es acaso el motivo sustancial por el cual los buscamos.
        Hay, pues, en sus novelas, una sensación de “déjà vu”, con los rincones de París que ha pintado siempre, mientras sigue los pasos en sus misteriosas búsquedas.
        A este mundo onírico se lo conocemos, literariamente hablando, como “modianesco”. Hay que visitarlo.