El eterno contemporáneo
“Todavía
estamos aprendiendo a ser los contemporáneos de Joyce”.
Con estas palabras iniciaba Richard Ellman su famosa
biografía sobre el autor de “Retrato del
artista adolescente” y “Ulises”. Hoy,
el italiano Federico Sabatini recuerda que el crítico Attridge afirmaba algo
semejante: “Joyce nos sigue pareciendo un
contemporáneo que no hemos logrado asimilar del todo”. Y él sostiene lo
mismo, en este libro reciente titulado “Sobre
la escritura. James Joyce” (Alba), donde indaga las revoluciones literarias
del escritor.
La literatura de Joyce está
profundamente enraizada en la experiencia humana. Veamos. Joyce afirmaba que lo que un escritor pretende
es “recrear la vida a partir de la vida”
y, por lo tanto, el arte no es “un modo
de huir de la vida” sino que “surge”
de la vida misma. O sea que el arte no tiene que imitar la vida, sino recrearla.
Estas instancias, agrega, son “momentos
extraordinariamente frágiles y huidizos”, y por ello impulsan la creación.
Hablando de su experiencia creativa,
Joyce decía que el escritor moderno debe ser un “aventurero” dispuesto a enfrentarse a “correr cualquier riesgo” con su trabajo literario. Por tanto, lo que
se escribe importa menos que la forma en que la que se escribe. La forma es
inseparable del contenido. Joyce
sostenía que “cada episodio crea su propia técnica”, hablando de su novela “Ulyses”.
El libro de Sabatini centra su
segunda parte en la figura del escritor. Estas son algunas de las definiciones
de James Joyce. Por ejemplo, que la necesidad de ser artista es innata, que no
se puede crear. Que el “verdadero artista”
tiene un talento natural y debe desarrollarlo mediante el esfuerzo continuo,
porque “el poema se hace, no nace”.
Un escritor, trabajando sin
descanso, afirmaba Joyce, puede “penetrar
en el corazón de las cosas”. Y señalaba que no debía interesarse por los
grandes acontecimientos, sino encontrar las cualidades singulares de las cosas
vulgares. Finalmente, señalaba que el autor debe describir la vida de su tiempo
y además su vida interior, “cada latido,
cada estremecimiento”.
James Joyce sigue siendo hoy, como en aquellos días que
rescata la foto con Sylvia Beach, que
ilustra estos comentarios, un reto constante y un alimento para la
inteligencia.