jueves, 7 de abril de 2016

El Lawrence gaucho

Nacido en la Argentina, hijo de padres venidos de Estados Unidos, criado en el campo y desde muy joven radicado hasta su muerte en Londres, William Henry Hudson escribió sobre nuestra tierra, así como otros libros que guardaba en la memoria, sobre hombres, naturaleza,  pájaros y animales
Su célebre personaje llamado Charles Lamb, aventurero inglés, llegó con una muchacha a Montevideo en 1885.  Así se  lee en el libro de Hudson llamado “La tierra purpúrea”.
Y sigue la historia. Charles Lamb vino desde la Argentina con Paquita, a Montevideo, a la que llamaban entonces “la Troya moderna” y a medida que ese diestro jinete deambulaba fue percibiendo virtudes y defectos de los habitantes de esta ciudad y, luego, del pequeño país entero.
Con todos  se involucró. Tanto que hasta participó en una batalla entre colorados y blancos. Y a medida que fue  tomando conciencia de esta nueva tierra, fue cambiando de pensamiento.
Trabajó en varias estancias e incluso una vez llegó a organizar una cacería de zorros a la inglesa. Fue asediado por mujeres guapas y sintió las flechas del amor, alguna punzada dolorosa, las alegrías de la amistad y las fiebres de la pasión, a medida que aparecieron ante sus ojos Dolores, Candelaria, Demetria, Cleta, Margarita, Mónica y la delicada Anita.
Y Charles Lamb se fue acriollando.
Cuando se despidió desde el emblemático cerro de Montevideo, pronunció estas palabras inolvidables: “Adiós, hermoso país… Sólo te deseo que si alguna vez, otro presuntuoso invasor quiere pisar tu suelo, sufra la misma derrota que aquélla del pasado. Para que puedas seguir siendo libre. Como los pájaros”.
Y se fue.
***

Lo que nunca supo Charles Lamb fue que sus andanzas de personaje literario fueron leídas por el ancho mundo. Doce veces leyó este libro con este personaje memorable, el famoso coronel T.E. Lawrence, más conocido como “Lawrence de Arabia”. Lo hizo durante su famosa campaña del desierto, en un viejo ejemplar que le había autografiado el creador de Charles Lamb, es decir W.H. Hudson, con palabras así: "Se me ocurrió que “La tierra purpúrea” era precisamente la clase de libro que le gustaría a un joven aventurero como Lawrence, una especie de Richard Lamb".
Unamuno leyó entusiasmado este libro y dijo sobre su personaje: “vivió y sintió lo que un hijo de la Banda Oriental, nacido y criado en ella, no había visto ni sentido...".
Y Borges, apasionado por el valor de los gauchos,  sentía admiración por este inglés acriollado y hablando de sus andanzas en la tierra purpúrea dijo: Hudson refiere que muchas veces en la vida emprendió el estudio de la metafísica, pero que siempre lo interrumpió la felicidad. La frase (una de las más hermosas del mundo) es típica del hombre y del libro”.
     Será por eso que Charles Lamb sigue cabalgando,  allá lejos y  hace tiempo, sobre los campos de la memoria.