Música y libros en Nueva York
Oleg, el hijo del célebre compositor Sergej Prokofief (1891/1953), que es pintor y escultor y ha recogido en un libro las memorias de su padre, vive en Londres, y aquella tarde le daban una recepción en el Lincoln Center en Nueva York. Con ese motivo, el hijo de Prokofief había viajado a Estados Unidos, invitado a la primera proyección del film "Alejandro Nevsky" (de Einsestein) exhibido con la música que su padre había compuesto para esa película, que sería ejecutada por la orquesta y el coro de la Filarmónica de Nueva York. Todo un acontecimiento.
Por esos días yo estaba en Nueva York, y me había invitado a
asistir a la recepción a Oleg
Prokofief, la directora del Lincoln
Center, Katharina O’Neill, quien anteriormente
había sido la directora artística del Carnegie Hall.
Así, pues, voy a la recepción que ella había preparado para Oleg
Prokofief. Cuando llegué, a pocos metros
de mí, se detuvo un taxi y descendió de él una mujer joven, se sentó en la escalinata mientras, se
quitó el calzado deportivo y se puso los
zapatos de tacones altos, acordes al vestido que llevaba. Un hecho habitual en
Nueva York, dicho sea de paso. Y se encaminó al ascensor. Subimos juntos. No miento si les confieso que era muy
parecida a Mariel Hemingway.
Oleg Prokofieg contó, con voz queda, que a su padre le gustaba
muchísimo Hollywood y que solía visitarlo con frecuencia. Einsestein también
estuvo en Hollywood. Hizo, luego, otras historias y, posteriormente, pasaron un
video de Prokopfief (padre) tocando el piano.
Entre los asistentes, en la segunda fila, vestido de manera muy
informal, estaba el famoso escritor John Updike. Era un hombre muy alto,
delgado y el cabello blanco como el algodón.
Recordé, al verlo, sus muchos
libros fascinantes, pero en especial sus cuentos reunidos en “Plumas de paloma”, el que había leído cuando era un adolescente
en mi pequeña ciudad de Minas, entre el círculo de las colinas, para decirlo con
palabras del escritor y Premio Nobel V.S. Naipaul. No se imaginaba que en el
Uruguay se vendieran sus libros, cosa me que asombró, y le dije que tenía
muchos seguidores, muchos lectores.
Andando el tiempo,
escribí un cuento partiendo de este encuentro tan inesperado y agregué a él a
su memorable personaje de ficción llamado “Conejo”
Ángstrom, que aparece en varias novelas suyas. Este relato, dicho sea de paso,
figura en mi libro “No me dejes en la tierra” (editado por Seix Barral).
Esta pequeña historia es una cifra de la extraordinaria y caprichosa variedad de
acontecimientos, hechos, personas, vidas y sueños, que confluyen en Manhatan en
todos nosotros, minuto a minuto, de manera vertiginosa y única.