domingo, 20 de diciembre de 2015

La mejor de cuantas noches han sido


Resuenan villancicos en el aire con esas canciones poéticas y sencillas  que  se cantan desde siempre y que dicen:  "En el portal de Belén hacen lumbre los pastores/ para calentar al Niño que ha nacido entre las flores...". O bien: "La Virgen se está peinando entre cortina y cortina/ los cabellos son de oro y el peine de plata fina./ La Virgen está lavando y tendiendo en el romero/ los angelitos cantando y el romero floreciendo./ La Virgen está lavando con un poquito jabón/ se le picaron las manos, manos de mi corazón..."
            El jueves será la Nochebuena y el viernes Navidad. Y en estos momentos a la memoria le da por dispararse hacia nidos de antaño y también por hacer un repaso de los días vividos. En ese paseo el corazón se va algodonando de sentimientos encontrados, y es natural que así sea. Pensamos en flaquezas que nos emboscaron y en las alegrías verdaderas, y llegamos a sentirnos la hierba más débil y la criatura más fuerte.
            Pero llega la Nochebuena y debemos estar preparados para recibirla. Con el alma reluciente y con nuestra mejor sonrisa, mirando hacia nosotros y, sobre todo, a los otros Y así, pensando en la bienaventuranza del amor, besemos esa noche las mejillas queridas sabiendo que recibiremos una ofrenda semejante.
            En la cena de la Nochebuena festejamos el nacimiento del Niño de Belén. Infinito, y para compartir con todos. He ahí su simbolismo. Todo nacimiento es motivo de alegría, porque da cabida a la vida y a su hermana gemela, la esperanza. Es una alegría que tiene conciencia de su milagro y que por ello reaviva el milagro de vivir.
La Nochebuena no es una fiesta privada, nos atañe a todos, porque Dios no puso límites. Esta certeza es esencial. Nos permite mirar hacia adentro, procurando encontrar un huequito de luz para retemplar el corazón, y nos acerca a los seres que amamos buscando que no se nos escape una sola migaja de felicidad.
            Por cosas como ésta, vamos hacia ahí y comamos y bebamos en paz, con los nuestros, y levantemos con alegría una copa en ese momento en que por el cielo cruza esa "estrella que se ha perdido y en su rostro resplandece".

No olvidemos que en la primera Nochebuena, los ángeles desearon la paz a los hombres de buena voluntad. Vamos entonces a desearla a todos, también nosotros,  en la mejor de cuantas noches han sido.