En la Misión Dolores , en San Francisco
Domingo en la ciudad de
San Francisco. Voy a la misa en la Misión Dolores ,
capilla debe su nombre a una antigua y pequeña corriente de agua llamada Arroyo
de Nuestra Señora de los Dolores. Y es
el edificio más antiguo que se conserva en pie, pues su estructura se terminó
en 1791.
La capilla fue hecha en
madera, barro y cuero. La misión, en honor de San Francisco de Asís, fue dentro
de California el complemento de las grandes esperanzas del fundador de las misiones,
el Padre Junípero Serra. Con cariño,
allí entrecierro los ojos un instante y recuerdo a Fray Emilio de Minas.
Al finalizar la misa se sirvió café
y refrescos a todos, para conmemorar un nuevo año de la fundación de la Misión San Francisco de
Asís. En los arbolados patios, calmos, con caminitos sinuosos, se desplazaba la
gente con su pocillo o su vaso. Y aquí, en este lugar, me doy cuenta de pronto
que se filmó una escena de “Vértigo”,
la famosa película de Alfred Hitchcock, donde James Stewart observaba a la
distancia a Kim Novak. Por cierto, no esperaba encontrarme con esta sorpresa.
Yo camino con los ojos abiertos.
Luego me integro de nuevo a la
ciudad de San Francisco, ciudad que tiene entre las colinas incontables caras.
El suyo es un mundo interminable.
Arracimados, los turistas se trepan
al tranvía para hacer sus clásicos paseos y los chicos van colgados con medio cuerpo
hacia fuera tomados del pasamanos. Y los autos descienden por Lombart Stret, la
más sinuosa calle del mundo, entre los jardines, cuesta abajo, y todo el mundo
los filma. Y los edificios modernos irrumpen, de súbito, en una escenografía de
sobria elegancia, como un golpe de color.
Nada es previsible en San Francisco,
ciudad donde una mirada jamás se repite, y donde el sol cae absoluto en sus
calles sorprendentes.
Al anochecer me gusta ir a
Sausalito. Allí, cerca del mar, en las terrazas que parecen entrar en las aguas
sobre las playas de piedra, se ven distantes las luces de la ciudad de San
Francisco. Cerca pasan yates como en sueños. El aire es tibio, y los platos habituales
suelen ser langosta y vino.
La noche se despliega vastísima y
estrellada por encima del hermoso puente, y poblada de estrellas.