lunes, 17 de abril de 2017

Con John Barth, en Baltimore




Visité en la John Hopkins University, de Baltimore, al destacado novelista americano y profesor de esa universidad, John Barth, uno de los más prestigiosos escritores de los Estados Unidos, y también más galardonados. Entre otros, obtuvo el prestigioso “National Book Award”, y en diversas oportunidades su nombre ha figurado entre los  candidatos al Premio Nobel literario.
Nacido en Maryland, John Barth es el decano de los novelistas americanos postmodernos. Algo así como el portaestandarte de las aperturas renovadoras en el mundo de las letras.
Su “habitat” universitario, era un despacho no demasiado grande, con la estufa a leña encendida, poblado de libros hasta el techo; tenía las carátulas de sus libros pinchadas en los estantes.
 John Barth, un hombre alto y delgado, de barba cana, realmente afectuoso y dueño de muy buen humor, tenía en su despacho, en un lugar destacado, una foto con Borges. Su foto con el autor de El Aleph. Recuerdo que cuando me la mostró, la besó, hecho que de inmediato me llevó a evocar (entonces y ahora, mientras lo escribo) una emotiva descripción que hiciera Leight Hunt sobre el inglés Charles Lamb, al cual vio una tarde besar un libro de Homero.
Le comenté que Borges había elogiado y hecho publicar en Buenos Aires un cuento mío, llamado “El hombre que robó a Borges”. Y él me confesó que era un escritor borgeano.  Y agregó que lo consideraba el maestro de las letras del siglo veinte.
Su fruitivo libro La ópera flotante  pone de manifiesto su arte para inventar historias en clave de comedia y, sin duda, es una de sus piezas maestras. Sus historias son estrategias narrativas entrelazadas, cuya meta más evidente parece ser la exploración. Más que expandirse por los predios de las formas tradicionales de la narración, las historias que cuenta se van entretejiendo en base a incontables cruces e intercambios de información. Es un mundo que se reordena de manera permanente.
En este sentido, este libro se ubica en la vereda opuesta de la literatura comprometida, del “sustancialismo” y del formalismo. 
Un placer para paladares especiales.