Nostalgias de ayer
Al Nobel de literatura de 2014, Patrick
Modiano, lo leo desde hace muchos años, libro a libro. Es, por cierto, uno de los
escritores más influyentes de Francia.
Nacido en París, en 1945, Patrick Mediano
comenzó a escribir a los 22 años, y es lo que ha hecho siempre. No quiere ser
otra cosa que un escritor. No participa del “mundo literario”, y rechazó
la invitación de la Academia Francesa
de Letras.
Patrick Modiano ha descrito su mundo
con una melancolía que conmueve. Sus páginas están impregnadas por los colores
átonos de París, matizados por el gris de ciertas calles como las de su
infancia, en Quai de Conti, o bien el verde de los jardines de Luxemburgo (por
donde paseaba cuando su hija le avisó por teléfono que le habían otorgado el
Premio Nobel) y todo lo siente como algo “irreal”.
En 1978 ganó el Premio Goncourt con
“La calle de las tiendas oscuras” y
luego se fueron sucediendo novelas como, entre las más notorias, “Un pedigrí”, “El horizonte”, “En el café de
la juventud perdida” y “La hierba de
las noches” (Anagrama/Gussi, todas ellas).
Sus historias son complejas y sus
personajes seductores y enigmáticos; se nutren de los recuerdos imaginarios que
la memoria ha ido transformando con el paso del tiempo, y a través de ellos documenta
una época, la de su juventud, evocando el mundo de los estudiantes fascinados
por la bohemia parisina.
El boulevard Raspail, el café Les
Deux Magots, la plaza de la
Concorde , los Champs Elysés, la Place de l’Alma, aparecen y
reaparecen en todas sus novelas, y, de esta manera, París se convierte en la
geografía por la que ambulan una y otra vez todos sus personajes, envueltos en
enigmas que los atrapan, en esa ciudad alucinada, a ellos y a los lectores.
Ninguno de sus seguidores nos sorprendemos por
las semejanza de sus libros, que suelen tratar siempre los mismos temas: la
memoria, la nostalgia del ayer y ciertas emociones e ilusiones que sobreviven. Hay
en sus novelas una sensación de “déjà vu”,
con situaciones y rincones de París pintados como siempre, así como unas misteriosas
búsquedas. Lo demás es metáfora, metamorfosis y máscara, con el hombre como juguete
de su furor monótono.
A este mundo onírico de sus páginas,
se lo conoce como “modianesco”. Es muy seductor
conocerlo. Como lo es ir una y otra vez a París. Hay que visitarlos.