Gabriel García Márquez, íntimo
El periodista y novelista
colombiano Plinio Apuleyo Mendoza, con quien nos reencontramos en Madrid el
pasado 28 de marzo en el cumpleaños de Mario Vargas Llosa, fue desde su
juventud íntimo amigo de Gabriel García Márquez y también su compadre: es
padrino de los dos hijos del escritor. Y a su pluma debemos sus diálogos con
García Márquez, reunidos en “El olor de
la guayaba”, y la biografía del
novelista, que ha titulado “Gabo. Cartas
y recuerdos” (Ediciones b).
Se conocieron en un café de Bogotá,
veinteañeros. García Márquez, con un traje de color muy claro, casi amarillo, se
sentó a la mesa donde estaban Plinio y un amigo, sin saludarlos, y pidió un
“tinto” (un café) dejando caer una mano bajo la espalda de la camarera. Plinio
preguntó a su amigo bogotano quién era aquel hombre, al que no conocía, y le
respondió: “Lástima, tiene talento. Pero
es un caso absolutamente perdido”.
Cuando Plinio Apuleryo Mendoza vivía
en París, reencontró a “Gabo”,
entonces era corresponsal del diario “El
espectador”. Y había quedado sin trabajo. Esa Navidad de 1955, Plinio lo
llevó a casa de unos amigos; al retirarse, la dueña de casa lo censuró por
haber llevado aquel amigo a la reunión. Y ya en la calle, “Gabo” corrió bajo la nieve, a la que nunca había visto. Plinio lo
vio entonces en su esencia. Jugaba como a un niño en la nieve. No olvida Plinio
este momento revelador, y que me había contado antes de escribir este libro, en
nuestros encuentros con otros escritores, en Albarracín.
En París, Plinio lo ayudó a
sobrevivir. Luego, “Gabo” volvió al
periodismo, en Bogotá. Y editó sus primeros libros, que recogieron muchos
elogios y escasas ventas. Gracias a Plinio, ingresó en Prensa Latina, la
agencia cubana. Plinio lo envió (para no ir él) a Nueva York. Finalmente, por idas
y vueltas con el castrismo, ambos renunciaron. Plinio rompió con el régimen
castrista y “Gabo” se fue por
solidaridad con su amigo.
Y se marchó desde Estados Unidos a
México en ómnibus, con su esposa Mercedes y su primer hijo. Y entonces escribió
“Cien años de soledad”, y llegó la fama.
En 1982 ganó el Premio Nobel. Plinio
y sus amigos fueron con él a Estocolmo. Cuenta que “Gabo” vistió ropa interior
térmica para poder usar un “liquiliqui” al recibir el Nobel. Su vida cambió
totalmente, y Plinio señala: “Sus nuevas relaciones se cosechan en el huerto de
las celebridades: hombres públicos, directores de cine, artistas o simplemente
hombres ricos que se ofrecen el lujo de un amigo célebre”.
García Márquez le agradeció a Plinio
Apuleyo Mendoza haber escrito este libro. Plinio publicó luego “Gabo. Cartas y recuerdos”, la biografía
íntima del “caso perdido”, a quien
considera uno de los mayores novelistas de la literatura moderna.