sábado, 19 de noviembre de 2016

Gabriel García Márquez, íntimo



      El periodista y novelista colombiano Plinio Apuleyo Mendoza, con quien nos reencontramos en Madrid el pasado 28 de marzo en el cumpleaños de Mario Vargas Llosa, fue desde su juventud íntimo amigo de Gabriel García Márquez y también su compadre: es padrino de los dos hijos del escritor. Y a su pluma debemos sus diálogos con García Márquez, reunidos en “El olor de la guayaba”, y la  biografía del novelista, que ha titulado “Gabo. Cartas y recuerdos” (Ediciones b).
            Se conocieron en un café de Bogotá, veinteañeros. García Márquez, con un traje de color muy claro, casi amarillo, se sentó a la mesa donde estaban Plinio y un amigo, sin saludarlos, y pidió un “tinto” (un café) dejando caer una mano bajo la espalda de la camarera. Plinio preguntó a su amigo bogotano quién era aquel hombre, al que no conocía, y le respondió: “Lástima, tiene talento. Pero es un caso absolutamente perdido”.
            Cuando Plinio Apuleryo Mendoza vivía en París, reencontró a “Gabo”, entonces era corresponsal del diario “El espectador”. Y había quedado sin trabajo. Esa Navidad de 1955, Plinio lo llevó a casa de unos amigos; al retirarse, la dueña de casa lo censuró por haber llevado aquel amigo a la reunión. Y ya en la calle, “Gabo” corrió bajo la nieve, a la que nunca había visto. Plinio lo vio entonces en su esencia. Jugaba como a un niño en la nieve. No olvida Plinio este momento revelador, y que me había contado antes de escribir este libro, en nuestros encuentros con otros escritores, en Albarracín.
            En París, Plinio lo ayudó a sobrevivir. Luego, “Gabo” volvió al periodismo, en Bogotá. Y editó sus primeros libros, que recogieron muchos elogios y escasas ventas. Gracias a Plinio, ingresó en Prensa Latina, la agencia cubana. Plinio lo envió (para no ir él) a Nueva York. Finalmente, por idas y vueltas con el castrismo, ambos renunciaron. Plinio rompió con el régimen castrista y “Gabo” se fue por solidaridad con su amigo.
            Y se marchó desde Estados Unidos a México en ómnibus, con su esposa Mercedes y su primer hijo. Y entonces escribió “Cien años de soledad”, y llegó la fama.
            En 1982 ganó el Premio Nobel. Plinio y sus amigos fueron con él a Estocolmo. Cuenta que “Gabo” vistió ropa interior térmica para poder usar un “liquiliqui” al recibir el Nobel. Su vida cambió totalmente, y Plinio señala: “Sus nuevas relaciones se cosechan en el huerto de las celebridades: hombres públicos, directores de cine, artistas o simplemente hombres ricos que se ofrecen el lujo de un amigo célebre”.
            García Márquez le agradeció a Plinio Apuleyo Mendoza haber escrito este libro. Plinio publicó luego “Gabo. Cartas y recuerdos”, la biografía íntima del “caso perdido”, a quien considera uno de los mayores novelistas de la literatura moderna.