En Bilbao, por las calles de Unamuno
El 31 de diciembre se cumplirán 80 años del adiós a todos de don
Miguel de Unamuno. Quisiera recordarlo,
a través de mis recorridos en Bilbao, por sus calles, las que he paseado en
diversas visitas acompañado por mi amigo el poeta y periodista bilbaino Germán
Yanke. Les contaré de ellos.
Subo en el funicular hasta el monte Archanda y desde sus
miradores observo la dilatada superficie de aquel accidentado terreno. La
panorámica es una postal. La niebla no me impide ver los colores de los
tejados, el verde poderoso de uno de los pulmones de esta ciudad a la que
siempre quiero volver.
Se ha ido extendiendo como sin plan desde que en 1300 fue
fundada por don Diego de Haro, señor de Viscaya, pasando de pequeña aldea de
pescadores y labriegos, a la maravilla de hoy. Abraza los montes con un
entramado complejo: a un lado y otro de la ría, columna de agua que la
atraviesa. Ría del Nervión, camino del Cantábrico.
Y una vez más me repito las palabras de Unamuno: “Tu eres, Nervión, la historia de la villa,/
tu su pasado y su futuro tu eres/ recuerdo siempre haciéndose esperanza/ y sobre cauce fijo/ caudal que huye./ Lengua de
mar que subes por el valle/ A la
villa los pies hasta lamerla,/ Tú nos
traes con la sal de la marina/ Sales
de las entrañas del mundo todo”
Por cierto, he visitado su casa natal, en la calle de la Ronda , en el número 10,
donde amaneció en el distante otoño de 1864.
Y lo recuerdo mientras
subo una colina que domina la villa hacia el Santuario de Begoña, el centro
espiritual de Viscaya, en cuyo templo se venera una imagen de la Virgen patrona de la
provincia y hacia donde, diariamente, subía, por esta ancha y empinada
escalera, don Miguel, cuya sombra me custodia, acompañándome, un pie tras otro
y una mochila por corazón, como diría Camilo Cela.
Por aquí subía, con su misal, Unamuno.
Me detengo, miro la unamuniana
niebla sobre Bilbao, y sigo ascendiendo.