viernes, 16 de octubre de 2015

Perfume del tiempo

           
           
            El pasado 5 de octubre presenté en la Feria del Libro aquí en Montevideo, acompañado por el periodista Alejandro Camino, mi reciente libro “Perfume del tiempo” (Ediciones de la Plaza).  Como está tan cercano con el nacimiento de mi blog literario, he pensado en inaugurarlo, hablando de este libro que está hecho con los recuerdos y los sueños de los hombres, que no se detienen nunca, con ideas y momentos de la vida de hombres y mujeres singulares, con escrituras e imágenes y variadas sorpresas que viven en mi memoria. Son, todos ellos, instantes fugaces de paisajes muy familiares.
 Yo creía que pensaba, pero en realidad soñaba, sentado en los atardeceres en un banco de madera alargado y curvo, pintado de verde, bajo los árboles de la Plaza Libertad de Minas, donde viví mi niñez, adolescencia y la primera juventud. De aquellos días guardo especial memoria. Muy joven me radiqué en Montevideo. Pero la ciudad de Minas, a la periódicamente visito,  ha permanecido viva en mi memoria, y, por cierto, está presente en no pocos de mis libros de cuentos, en varias mis novelas, entre ellas una que se editaré a finales de año por Ediciones de la Plaza, aquí en Montevideo, llamada “El secreto de Amparo” y otra que acabo de terminar y cuyo título no quiero dar a conocer todavía. En ambas está en el fondo Minas, que mucho ha cambiado la con el paso del tiempo, y que es ya casi, para mí, una ciudad imaginaria. También está París, en la primera de estas dos que he nombrado, porque vive en mí.
Pero vuelo a “Perfume del tiempo”. El libro se abre contando que una distante noche, cuando era un adolescente, en mi pequeña ciudad de Minas, en un café al que íbamos después del cine, vi a la actriz Ursula Andress, la famosa heroína de las películas de James Bond. Y siguen los recuerdos, Otro: aquel mediodía cuando el destacado escritor, profesor y crítico literario del semanario “Marcha”, Angel Rama, me presentó en Montevideo a Pablo Neruda. Yo tenía 20 años. Cuando estuvimos con él, le dijo que yo era un escritor, sin dudarlo. Poco antes había comentado en “Marcha” un libro de cuentos que habíamos escrito varios jóvenes minuanos, el primero, titulado “Ir”.  
Neruda había llegado para dar una conferencia de la que sólo recuerdo una metáfora. Dijo, que temprano por la mañana paseaba descalzo por el jardín de una casa situada frente al mar, en nuestro país, y en el húmedo césped pisó un escarabajo. Y acto seguido agregó: “un rinoceronte del rocío”.
 Y hay muchos otros encuentros en este libro mío que les comento, en diversos escenarios, puesto he ido y venido por el mundo. Evoco en sus páginas los paseos por  calles de Buenos Aires con Borges, quien recitaba en las esquinas ajeno al mundo que sus ojos no veían; mi doble encuentro con Ray Bradbury; andanzas por París y en los sanfermines de Pamplona tras las huellas del  maestro Hemingway. Y visitando los cafés preferidos de Jorge Semprún, en place Contrescarpe, donde me dijo que las palabras detienen el tiempo.
Cuento otras andanzas, otros momentos, en Bilbao, con escritores amigos en Albarracín y algunos encuentros con Mario Vargas Llosa, entre otros momentos ajenos al olvido. Y hablo de testimonios de amistad escrita, con las cartas recibidas de  Ernesto Sábato, de Jorge Amado, de Jean d’Ormesson. 
También escribo sobre tres días a los que, como todo el mundo, recuerdo muy bien. Imborrables. Aquel tan distante, cuando  el hombre pisó la Luna; la caída del Muro de Berlín; y el terrible 11 de septiembre de 2001, con el derrumbe de las Torres Gemelas.
            Este libro se escribió sin que me diera cuenta, porque cada  uno de todos nosotros, con sus pequeñas o sus deslumbrantes maravillas, es el centro de un vasto universo.

            Y bien, yo sigo mis sueños.