sábado, 24 de agosto de 2019


"A mí no me gusta lo que yo escribo"

 

Una charla, en 1984, entre Jorge Luis Borges

y el periodista de El País, Ruben Loza Aguerrebere


 Jorge Luis Borges y Ruben Loza Aguerrebere,
encuentro en 1984

 Este  artículo  se publicó en El Pais el 24 de agosto de 2019:



        El 24 de agosto de 1899 nació Jorge Luis Borges, uno de los mayores escritores de la literatura universal. Su vasta obra, a través de los cuentos, la poesía y los ensayos, ha enriquecido como pocas las letras modernas. Falleció en Ginebra el 14 de junio de 1986.
Este es un breve diálogo del maestro Borges, a propósito de sus cuentos, traducidos a los más diversos idiomas, mantenido con Ruben Loza Aguerrebere, autor de numerosas novelas y del libro  Conversación con las catedrales: encuentros con Vargas Llosa y Borges (editado en España y distribuido por Gussi en Uruguay), que ha tenido vasta difusión en la reciente Feria del Libro de Lima (Perú). Esta entrevista, realizada en 1984, está en ese libro.
Borges había elogiado  elogió en El País en 1984 el cuento “El hombre que robó a Borges” de Loza Aguerrebere informando que él lo hizo publicar en La Prensa de Buenos Aires.
—¿Nace en usted el cuento y el método a la vez?
—Lo primero es la fábula, el argumento y la situación. Luego veo si conviene que ocurra en Buenos Aires, en Adrogué o Palermo. O si conviene que suceda en un vago Oriente o en un ambiente contemporáneo. Y luego veo si conviene escribirlo en primera persona o en tercera persona.
—Pero después, ¿qué ocurre? Porque sus cuentos tienen su sello…
—...desgraciadamente lo tienen, ¿no?
—Sus cuentos lo muestran laberíntico, por ejemplo, pero pienso que usted no se propone ser laberíntico.
—No, no, por supuesto, no me propongo serlo. Hay mucha gente que me pregunta: ¿qué significa ese cuento? Y yo le digo: “ese” cuento y nada más. Si uno pregunta, por ejemplo, qué significa esta frase: “Gaucho color de oriental zafiro”, bueno significa simplemente eso. Significa esas palabras, con esa cadencia. No puede decirse de otro modo.
—¿Por qué ese afán, Borges, de todo el mundo, por saber qué significan los cuentos, las poesías, el arte?
—Les encanta la idea de la moraleja. Les encanta la idea de que todo cuento es una fábula… Pero yo sospecho que eso es falso. Vamos a suponer que Esopo existió: sin duda a él le interesaba más la idea de animales que hablaban como hombrecitos, que la moraleja, ¿no? Esa idea de animales que hablan como hombrecitos le interesaba más que lo otro, ¿no le parece?
—¿Y cuál es su mejor libro, Borges? ¿Podría elegir uno?
El libro de arena es mi mejor libro, creo. Yo diría que el único. A mí no me gusta lo que yo escribo, pero entiendo que, aunque a uno no le guste lo que escribe, eso es lo que hace juego con uno. A mí me han dicho: ¿a usted no le hubiera gustado escribir “Macbeth”, “La Divina Comedia” o “El mundo como voluntad y representación”?, Sí, pero esos libros escritos por mí, no hubieran significado nada para mí.
—Pero sus libros, maestro, todos, se venden aquí y en el mundo…
—Recuerdo que un día llegué a esta casa y le dije a mi madre: sabe lo qué ha pasado, un libro mío, “Historia de la eternidad”, vendió en un año en una librería de la calle Florida, 37 ejemplares. ¿Pero cómo es posible que se haya vendido tanto?”, me contestó”.
—Pero yo vi, Borges, un ejemplar de un libro suyo en Dakar, en la vidriera de una librería, y en idioma español. Recuerdo que fue en la “Librairie Clairafrique”, en la Place de l’Independance.
—¿En castellano? Eso era para asegurarse que nadie lo lea, ¿no le parece? Es un idioma tan secreto… ¿Sabe, allí me regalaron un precioso bastón, que termina en una pieza de ajedrez, y es una obra de, no sé, de algún artesano, ¿no?
—¿Recibirá el Nobel alguna vez?
—Bueno, yo estoy seguro de no recibirlo nunca pero de ser siempre el candidato del año que viene.