El mundo interior del novelista
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¿Un escritor? Según Elizabeth Bowen es un “alumno
desatento en el aula de la vida”. Al revés de quien no tiene inclinaciones
literarias, un escritor carece de perspectivas claramente fijadas de antemano y
rara vez observa algo deliberadamente. Lo que hace es mirar lo que no se
propuso ver.
Cuando
comienza a escribir una novela, tras el plan que ha trazado meticulosamente, y mientras
escribe un capítulo tras otro, o salteado, depende del estilo de cada cual, van
surgiendo en ellos variados momentos de su propia vida. Una tarde en un parque,
hace diez años; una canción de la infancia; un barrio de Roma; un atardecer en
el Café de la Paix ,
en París. Y todo ello coincide extraordinariamente con lo que está escribiendo
en ese momento. Son detalles que llegan a la mente en el instante preciso. Inesperadamente.
Y de esta manera, crece gracias a ellos
la obra, cuyo esquema general está planeado pero sin estos pequeños
detalles.
Mis
libros de cuentos, mis novelas, se ambientan en Minas (casi una ciudad imaginaria), pero también en otras
ciudades, no imaginadas, a las que
conozco mucho y me gusta escribir sobre ellas. Y voy a dos ejemplos
concretos. En “Muerte en el Café Gijón”
(Ediciones de la Plaza
de Montevideo y Funambulista de Madrid), el protagonista principal es un joven
escritor uruguayo (de Minas, justamente) cuyos momentos esenciales ocurren en
Madrid, donde se ha radicado, tras una temporada en París. Y en mi reciente
novela “El secreto de Amparo”
(Ediciones de la Plaza ,
Montevideo), la historia principal (la de Amparo) ocurre en Minas y tiene una
relación directa con un pintor bilbaíno radicado en esa pequeña y provinciana
ciudad, medio imaginaria como dije. Quien cuenta la historia y la escribe
treinta años después, es un escritor
uruguayo, joven también, que está viviendo en París. Escribe cuanto sabe y
cuanto imagina de Amparo y de su secreto, mientras deambula tras una inasible musa parisina y escribiendo
en los famosos cafés de esa ciudad, que lo seducen.
Los
personajes de cada libro (algunos reaparecen en otros) conforman un sello
personalísimo de cada escritor. Y en
cuanto al tema, digamos que no se busca, sino que nace en el rincón más íntimo
del creador. Ernesto Sábato (Premio Cervantes) decía que en un escritor escribe
siempre el mismo libro, variando la anécdota. Y creo que tiene razón. Piensen
en Sábato, Borges, García Márquez,
Vargas Llosa, Patrick Mediano…
Sí,
creo que así suele ser el mundo interior de un novelista.