Con John Barth, en Baltimore
Visité en la John Hopkins
University, de Baltimore, al destacado novelista americano y profesor de esa
universidad, John Barth, uno de los más prestigiosos escritores de los Estados
Unidos, y también más galardonados. Entre otros, obtuvo el prestigioso
“National Book Award”, y en diversas oportunidades su nombre ha figurado entre
los candidatos al Premio Nobel literario.
Nacido en Maryland, John
Barth es el decano de los novelistas
americanos postmodernos. Algo así como el portaestandarte de las aperturas
renovadoras en el mundo de las letras.
Su “habitat”
universitario, era un despacho no demasiado grande, con la estufa a leña
encendida, poblado de libros hasta el techo; tenía las carátulas de sus libros
pinchadas en los estantes.
John Barth, un hombre alto y delgado, de barba
cana, realmente afectuoso y dueño de muy buen humor, tenía en su despacho, en
un lugar destacado, una foto con Borges. Su foto con el autor de El Aleph. Recuerdo que cuando me la
mostró, la besó, hecho que de inmediato me llevó a evocar (entonces y ahora,
mientras lo escribo) una emotiva descripción que hiciera Leight Hunt sobre el
inglés Charles Lamb, al cual vio una tarde besar un libro de Homero.
Le comenté que Borges
había elogiado y hecho publicar en Buenos Aires un cuento mío, llamado “El hombre que robó a Borges”. Y él me
confesó que era un escritor borgeano. Y agregó que lo consideraba el maestro de las
letras del siglo veinte.
Su fruitivo libro La ópera flotante pone de manifiesto su arte para inventar
historias en clave de comedia y, sin duda, es una de sus piezas maestras. Sus
historias son estrategias narrativas entrelazadas, cuya meta más evidente
parece ser la exploración. Más que expandirse por los predios de las formas
tradicionales de la narración, las historias que cuenta se van entretejiendo en
base a incontables cruces e intercambios de información. Es un mundo que se
reordena de manera permanente.
En este sentido, este libro se ubica en la
vereda opuesta de la literatura comprometida, del “sustancialismo” y del
formalismo.
Un placer para paladares especiales.