martes, 27 de marzo de 2018

El humor de Vargas Llosa
             


Esta anécdota ocurrió en Valencia hace unos cuantos años.  
Pone en evidencia el buen humor de Mario Vargas Llosa. Por ello, me ha gustado difundirla aquí.
Aquella mañana luminosa acompañábamos a nuestro ilustre amigo, el escritor Fernando Iwasaki Cauti, el fallecido periodista y poeta bilbaíno Germán Yanke,  y yo.
De pronto, un señor lo miró atentamente, desde la plaza; muy decidido, cruzó la calle presuroso y se acercó a él.
Lo enfrentó y le dijo:
 --Le he mirado bien y quiero saludarlo. Porque usted es García Márquez, ¿verdad?
 Nosotros tres nos miramos en silencio y azorados.
¿Y ahora?
Vargas Llosa, con la misma sonrisa en los labios, le estrechó la mano y le dijo: 
--No; yo soy… el otro.

miércoles, 14 de marzo de 2018


“Shakespeare and Company”



Ruben Loza Aguerrebere, en “Shakespeare and Company”

Se publicó en la revista española LasdosCastillas.net
y quien desee leerla allí hace un clic aquí.


La antigua, pequeña, caótica y fascinante librería que todos visitamos en París, “Shakespeare and Company”, en el barrio Latino, cumple 99 años. No comenzó, por cierto, ahí donde está ubicada hoy.
Una joven de Nueva Jersey, llamada Sylvia Beach,  es su creadora. Quería instalar una librería de autores americanos en París. Y tras conseguir todos los libros que pudo, la inauguró el 19 de agosto de 1919.
En las paredes colgaban dos dibujos: uno de Blake y uno de Poe, y en los escaparates se mostraban obras de T.S. Eliot, Chaucer, James Joyce, y varios ejemplares de revistas americanas literarias.
            Sylvia Beach llegó a París a los 14 años, con sus padres;  entonces comenzó la lenta seducción de esa ciudad. Su hermana, la hermosa Cyprian, era admirada por el poeta Aragon, enrolado en aquellos días en el dadaísmo.
            Importantísima ayuda le brindó, la no menos famosa Adrianne Monnier (una mujer robusta, rubia), quien tenía una librería en el número 7 de la calle de l’Odeon. En ese lugar, asimismo, se realizaban veladas literarias y musicales, a las que se había hecho asidua Sylvia Beach. Fue allí donde vio a Jules Romains, de uniforme, leyendo su poema pacifista “Europae”; donde vio a Gide leyendo poemas de Paul Valery, y a éste leyendo “Eureka” de Poe. En cuanto a los programas musicales, los participantes habituales eran Erik Satie y  Francis Pulenc.
            Más tarde, y ya en su propia librería, Sylvia Beach sería igualmente visitada. Uno de los primeros clientes que tuvo fue André Maurois; éste le obsequió un ejemplar de su libro “Los silencios del coronel Bramble”. Y entre los más asiduos se contaban Ford Madox Ford, Gertrude Stein, Sherwood Anderson y Robert McAlmon.
            James Joyce constituye un capítulo esencial en la vida de  esta librería. Sylvia Beach lo describía como un hombre “extremadamente atento y considerado con los demás”, y decía que todo lo que contaba Joyce era interesante. En esta librería, el 7 de diciembre de 1921, se realizó la primera lectura de la famosa novela “Ulises”, de James Joyce, de la que ella fue primera editora.
            Hemingway fue otro de los famosos clientes de la librería, desde los primeros días. El mismo lo cuenta en su hermoso libro “París era una fiesta”. Acaso una de las anécdotas más singulares, narrada por la propia Sylvia Beach en su libro de memorias, ocurrió en los días de la liberación de París, cuando Hemingway,  con uniforme de campaña y al frente de una columna de jeeps, ingresó al barrio y llamó a Sylvia, abrazándola en la calle, mientras la gente los aplaudía.
            Estos espisodios, aquellos visitantes, las antiguas ediciones, las numerosas fotografías amarillecidas de los lejanos días de vino y rosas, nutren el nombre de una librería que tiene un encanto muy particular.    Quien entra allí no se va sin un libro. Desde hace unos años, al comprador, si lo desea, le estampan un sello especial en el libro.
 ¿Qué mejor, para poder soñar con los ojos abiertos?

jueves, 1 de marzo de 2018

Los vascos en el Uruguay

                                              

Raúl Iturria Igarzábal ha dado a conocer un nuevo libro. Una obra caudalosa, titulada “Aporte vasco al Uruguay” (subtitulado “Vasconia uruguayensis”).
Tras una larga y distinguida carrera política, comenzó a escribir. Afortunadamente. Baste recordar sus poemas “Con los ojos del alma”. Y no podemos dejar de mencionar  sus ensayos como “Tratado de Folklore”,  “Nuestro campo”, sus estudios sobre Hernandarias o bien el libro titulado  “1958”, sobre el triunfo del Partido Nacional.
Recordemos, antes de seguir con esta inmensa obra de hoy, que Raúl Iturria (nacido en Durazno en 1935), abogado, con estudios de postgrado en la Universidad Complutense de Madrid,  fue dos veces Intendente Municipal de Durazno, luego Ministro del Interior, Ministro de Defensa Nacional y asimismo titular de Turismo y, por cierto, Senador Nacional.
            Desde hace tiempo ya, está dedicado enteramente al mundo de los libros, donde sobresale de la misma manera.
            Y bien, volviendo al volumen “Aporte vasco en el Uruguay”, digamos que se acerca al tema desde la época colonial, siguiendo los pasos de miles de navarros y vascos que llegaron a nuestro país durante largo tiempo en carácter de inmigrantes. Formaron familias, crearon empresas, trabajaron tanto en el campo como en la ciudad, y a su modo y de manera reservada, fueron creando una cultura a la que denomina “Vasconia uruguayensis”, la define diciendo: “Ese espíritu tradicionalista se manifiesta en un profundo amor por la tierra, no sólo por una razón de valoración económica, sino más bien por una valoración sentimental o afectiva”.
            Cuanto han hecho los primeros inmigrantes, sus familiares y a lo largo de la historia quienes tienen su sangre,  están en este libro donde nada falta. Todo  aporte de los vascos a nuestro país, está aquí. Es asombrosa la erudición, el vastísimo conocimiento que el Dr. Raúl Iturria tiene sobre el tema. ¿Cómo explicarlo? Imposible. Creo que sólo puede hacerse leyendo el libro; de otra manera no es posible. Un libro que, por cierto, seduce con sus análisis de las más variadas costumbres y leyendas traídas desde los Pirineos hasta aquí, a lo largo de nuestra historia, y las huellas que han dejado, que dejan y dejarán.
            Raúl Iturria analiza el desarrollo de cada una de las más variadas personalidades de sangre vasca que se han destacado aquí, en el Uruguay, a lo largo del tiempo, así como quienes lo hacen ahora mismo, en todas las profesiones. A todos ellos debemos notables aportes: en la enseñanza, la medicina, la arquitectura, los deportes, el Derecho, la política, las artes, la música, la literatura, la política.
            En esta obra infinita, pintados por Irurria están esas personalidades que se han destacado, con las principales características de sus aportes al enriquecimiento de cuanto han hecho, de cuanto hacen y por cierto de cuanto seguirán haciendo.
            No faltan, al final, sus visitas al País Vasco, teñidas de melancolía, en esa tierra donde siempre ha sido  recibido con los brazos abiertos por las personalidades destacadas.
           “Aporte vasco al Uruguay” es una contribución histórica y analítica a nuestra cultura a la que cabe calificar, sencillamente, como extraordinaria.