domingo, 30 de octubre de 2016

“Que todo en la vida es cine”



            El destacado escritor español Toni Montesinos tiene una rica carrera literaria, donde destacan novelas, libros de poesía y libros de viajes (que hemos comentado en este blog) y colecciones de ensayos. Es crítico literario de La Razón y tiene su propio Blog, de vasta difusión, llamado “Alma en las Palabras”.

            Dueño de una personalidad literaria sobresaliente, acaba de dar a conocer en estos días un nuevo  y sugestivo libro, titulado “Que todo en la vida es cine”. Y hemos dialogado con Toni Montesinos sobre esta obra que acaba de ver la luz.  

            -- ¿Perduran para siempre en tu memoria momentos singulares de las película, por la emoción que esas escenas te produjeron?
            --Eso es lo que precisamente ejercité en los textos de Que todo en la vida es cine. Llevar a la escritura los momentos que a uno lo impactaron por la vinculación que de tales escenas hacía la propia memoria, la biografía, el sentimiento. Por ello, muchas películas, además de recordarlas de forma vívida por su calidad o belleza, sobre todo las atesoro porque se dirigieron a mí de manera directa, despertando emociones imborrables, haciendo que conociera más y mejor la condición humana, ahondara más y mejor en mí, a veces con dolor, a veces con una mirada risueña.
En mi libro, hablo de cómo «en una existencia en la que pocos tienen clara la línea que separa lo realista de lo falso, todos somos en cierta medida peliculeros que adoptan rictus o pensamientos o iniciativas que hemos descubierto antes en una pantalla de cine». De ahí que el libro solo haya podido crecer modelado por un género híbrido: el de hablar con tono de ensayo sobre películas que me han llevado a recuerdos y anhelos hondos. Ver cine, pues, como una suerte de autobiografía.

            -- ¿Tiene influencia el cine en tu obra literaria, desde un ángulo formal, o sea, tratando de discurran ante el lector como si fuera un espectador?
            --Me paro a pensar y percibo cómo el cine ha trascendido en mi vida hasta filtrarse por mi instinto literario. Echo un vistazo a mis obras y compruebo cómo el recurso de acudir a una sala para ver una película ha sido uno de los momentos narrativos donde muchas cosas se insinúan y hasta se explican. Pues la metáfora del encerramiento de un cine es universal y proyecta sensaciones y efectos del todo sensibles para cualquiera. En mi primera novela, Solos en los bares de noche, hay media docena de veces en las que aparece la palabra cine. Su protagonista, un joven a la deriva entre Dublín y Barcelona, encuentra en una sala de cine un refugio, una cueva para el sosiego que fuera no tiene la dicha de disfrutar, en definitiva una realidad en blanco y negro donde se siente mucho mejor. Se menciona concretamente It’s a Wonderful Life, de Frank Capra. Luego, en Hildur, la referencia a ir al cine, a ciertas películas, en este caso de Almodóvar, es trascendental para captar la personalidad del pianista Hans, y también de su novia Hildur. Ellos frecuentan una sala céntrica de Reikiavik.

            --¿Cómo sucede eso en tus libros?
--Esos personajes narrativos se mueven, como escribo, con cierto «dramatismo teatral copiado mil veces en el cine», como creo que nos solemos mover todos en la vida ¿real? Por eso, cuando en mi librito de poemas y crónicas estadounidenses Escenas de la catástrofe, cuento cómo una pequeña avioneta me conducía de Filadelfia a Brooklyn, mi visión desde el cielo del sky line neoyorquino es interpretada como una mentira, porque es más propia de un travelling visto en mil y una películas que de mi experiencia fidedigna. En la otra de las crónicas, mis pasos atraviesan la cortina del tiempo y de repente estoy instalado en el barrio de Hampden, en Baltimore, pero sobre todo estoy en cafeterías con camareras de los años sesenta vistas en el cine, o dentro de una película de John Waters.
Labor de melancoholismo está asentado en el carácter de un sujeto poético, solitario, angustiado, que protagoniza poemas autobiográficos con fuerte tendencia a la teatralización fílmica. En el poema «Engaño», ese individuo siente la distancia que le separa de su amante; los últimos versos dicen: «Yo seguí tu sombra desde la cama / y encendí la tele. Marilyn Monroe / decía: “He dejado de amarte, John...” // En el amanecer tú ya no estabas». Experiencia real fundida en la experiencia ficticia: la segunda complementa la segunda, y a veces la primera surge de forma aprendida en la segunda.

            --Danos una secuencia de un film que estará siempre contigo. En mi caso, a manera de ejemplo, puedo señalar la despedida del joven amante del cine de Cinema Paradiso, de su viejo amigo en una estación del tren, cuando marcha de su pueblo, y aquel hombre que proyectaba las películas le dice al oído: "no regreses nunca". Está mencionada  en una de mis novelas.
            --Yo siempre vuelvo a ¡Qué bello es vivir! La he visto en multitud de ocasiones y siempre, siempre, encuentro un nuevo aliciente, una forma de admirar las secuencias muchas veces visionadas. Incluso la emoción por la historia, el mensaje de pesadilla absoluta que vive el protagonista cuando “desaparece” mediante la intervención del ángel, y el de la importancia de la familia o el hecho de estar vivos, de ver cómo nuestra vida influye en las demás de manera determinante, me renueva todo lo que soy y cuáles son mis principios. La escena en la que George Baily (James Stewart) corre por el pueblo nevado tras “volver” a la vida y saluda todo y a todos, y entra en su casa para reunirse con los que ama, comprobando cómo la comunidad lo ha estado ayudando en su ausencia, es uno de los momentos más maravillosos de cualquier obra audiovisual en todos los tiempos. En el libro hablo de otro ejemplo de ver cómo sería la vida si nosotros no existiéramos, o, más en concreto, si hubiéramos elegido otro camino, en Family Man; un aspecto que también me maravilló en Una cuestión de tiempo, películas que me ayudan a aprender a vivir.

            --¿Te gustaría dirigir una película?
          --A menudo he pensado que ser director de cine tiene que ser una de esas tareas absorbentes que pueden fundirte. El cineasta sin duda debe controlar tantos asuntos técnicos, narrativos, de montaje y edición, etc., que ha de ser toda una aventura muy ardua meterse en un proyecto semejante, por más que lo acaben componiendo a veces cientos de personas y muchas responsabilidades estén repartidas o delegadas. En sí, no me ha atraído filmar una historia, pero sí me encantaría tener la ocasión de trabajar en la realización de una película desde dentro, desde labores de guión tal vez, para experimentar cómo la palabra, los diálogos y con ello el perfil psicológico de cada personaje cobra dimensión, visibilidad y se convierte así en una mentira de celuloide que puede decir muchas verdades que mágicamente nos llegan muy hondo.

domingo, 23 de octubre de 2016

Entre Minas y París

Un escritor, dos escenarios y un misterio: El secreto de Amparo es la última novela de Ruben Loza Aguerrebere.
  


En la edición de El País Dominical de ayer (23 octubre, 2016)  se comenta la reciente novela “El secreto de Amparo”, que a continuación transcribimos, a la  que los seguidores de nuestro blog pueden visitar en 

La ficción permite saltar tres décadas y viajar de París a Minas en el correr de unas cuantas páginas. Así, Ruben Loza Aguerrebere nos presenta a un joven escritor uruguayo que se sienta en la terraza de un café parisino y se propone reconstruir una historia ocurrida hace mucho tiempo en una pequeña ciudad rodeada de colinas azules. Minas, naturalmente.
Allí vive una joven llamada Amparo, junto a su esposo Bebe. Y allí se radica el pintor Manu Zabala, porque la zona le recordaba mucho al entorno de su Bilbao natal. El recién llegado ofrece cursos de pintura a los lugareños y así se conocen con Amparo y su marido. Después hay una muerte inesperada, rumores que corren y un secreto, que da título a la novela y se devela al final.
El secreto de Amparo (Ediciones de la Plaza, 136 páginas, $ 300) es la más reciente novela de Loza Aguerrebere. No resulta casual la elección de los escenarios: el autor nació en Minas y no esconde su pasión por París, que visita asiduamente. Por eso, la narración va compaginando recuerdos reales y sitios muy reconocibles con lugares y acontecimientos imaginados, de la misma forma que el joven escritor que camina por París detrás de una musa esquiva mezcla lo que sabe de la historia de Amparo con su propia fantasía.
En cierto momento, el punto de vista del relato cambia. Fragmentos del diario que Amparo llevó en su juventud aportan una visión adicional sobre los hechos del pasado.
También hay fotos y cuadros que van reconstruyendo lo ocurrido. Al final, todos los hilos se unen para explicar muchas cosas y demostrar el poder del amor y la amistad.
Loza Aguerrebere es autor de una amplia y difundida obra literaria, que abarca novelas, cuentos, ensayos e incluso la evocación de sus diálogos con Mario Vargas Llosa, Jorge Luis Borges, Pablo Neruda, Jorge Semprún y Ray Bradbury. Algunos de sus trabajos han sido traducidos al inglés como parte de antologías de autores sudamericanos. También ha escrito columnas para El País y críticas literarias para importantes medios y ha ofrecido conferencias en universidades de distintas partes del mundo.

domingo, 16 de octubre de 2016

Carlos Alberto Montaner, el novelista
   


             Conozco Carlos Alberto Montaner, periodista y escritor, desde hace muchos años. He tenido el honor de que escribiera el prólogo para mi libro “La tarde queda” (Ediciones de la Plaza). Nacido en La Habana en 1943, lleva medio siglo fuera de Cuba. Estuvo a punto de morir fusilado a los 18 años. Hace años vive entre Madrid y Miami. Como periodista le seguimos semanalmente con una columna en “El País” y en la televisión como  comentarista de CNN.
           Acaba de publicar su cuarta novela, titulada “Otra vez adiós” (Suma).
         Comienza antes de la Segunda Guerra Mundial en Austria, donde Ludwig Golstein (que luego será David Benda), un pintor judío joven y talentoso, se ve obligado a escapar de la pesadilla nazi. Ese joven, que llegó a pintar a Freud (a quien los nazis obligaron a marcharse a Inglaterra con su familia) es víctima de episodios de violencia y horror.   
            Antes de estallar la guerra, había escapado a Cuba, donde vive de cerca y con lucidez la historia de este país, desde el gobierno de Batista hasta el sueño y la pesadilla de Fidel Castro. Otra vida y también otro amor, surgen en su vida, y le dirá adiós.
            La novela tiene capítulos espléndidos, evocando las tertulias cubanas de aquellos tiempos, cuando David conoce a Hemingway y, entre tantos, a Virgilio Piñera, a José Lezama Lima,  a la folklorista Lydia Cabrera a quien García Lorca dedicó un poema del “Romancero Gitano”, a Nicolás Guillén y al novelista Alejo Carpentier.           
            David, luego, deberá vivir su nuevo exilio, en Estados Unidos, donde finalmente acabará terminará siendo un famoso retratista.
            Allí asiste allí a momentos fundamentales, como el ascenso y la caída del presidente Nixon; al fin de la guerra de Vietnam; a los gobiernos de Gerald Ford y Jimmy Carter.
              La figura central, como vemos, abarca los momentos más diversos del siglo XX.
           Las historias preceden a la literatura y siguen siendo el elemento esencial de toda obra de ficción. La seductora prosa de Carlos Alberto Montaner y sus historias, peripecias y recuerdos, envuelven y atrapan al lector desde la primera a la última página de esta novela, a propósito de las ilusiones y las esperanzas en los tiempos difíciles. 

sábado, 8 de octubre de 2016

Un tejedor de historias




          En “El País” se dio a conocer la entrevista que publicamos hoy en el blog, al escritor Ruben Loza Aguerrebere por la publicación de su nueva novela “El secreto de Amparo” (Ediciones de la Plaza). Quien desee visitarla tiene aquí su dirección: 


Por Nicolás Lauber
(vie oct 7 2016 16:07)

Hoy a las 18.00 el escritor y columnista Ruben Loza Aguerrebere presenta su más reciente novela El secreto de Amparo en el Salón Rojo de la Feria del Libro que se realiza en la Intendencia de Montevideo. 

Loza Aguerrebere contó sobre El secreto de Amparo, una novela que entrelaza dos historias: una situada en su casi imaginaria ciudad de Minas, y la otra en París. Dos historias dramáticas con personajes que transitan esos tiempos suspendidos en la memoria, entre el presente y el porvenir. 

- ¿Cómo defines las historias de tu nueva novela?
- El narrador de mi novela es un escritor que, viviendo en un París emocional escribe en las terrazas de los famosos cafés parisinos las historias de la joven Amparo, su esposo Bebe Bauman y el pintor de Bilbao Manuel Zabala, un artista radicado en Minas. Esta historia ocurre treinta años atrás. Mientras el narrador (y escritor) reconstruye la vida de Amparo y cómo está vinculada a todos los personajes de la novela. Cuenta además sus andanzas por París tras los pasos de una musa inasible.

- La historia de Amparo y del narrador se desarrollan de forma paralela en lugares distintos, ¿fue difícil unirlas?
- No, no fue difícil, es mi manera habitual de estructurar novelas. Las historias que se cuentan en una novela importan tanto como la forma en que están escritas. Fondo y forma literaria se dan la mano. Aquí uní las dos, la que ocurre en Minas entre las colinas y la que ocurre en París. Y naturalmente terminan entrelazadas.

- ¿Por qué elegiste Minas y París para situar la novela?
- En Minas donde vive Amparo, su esposo, sus amigos y el pintor vasco, es mitad verdadera porque está en mi memoria de adolescente y mitad imaginada. Y París es una ciudad que amo y visito asíduamente, por lo que me dio placer escribir sobre ella.


- Los temas de El secreto de Amparo son el amor y la amistad.
- Yo agregaría que el otro tema es el arte, pues el pintor está en el centro de la trama. Y ese “secreto” da vuelta la historia, muestra otro ángulo y desnuda las habladurías provincianas que una muerte inesperada provoca.

- El escritor chileno Antonio Skármeta, autor El cartero de Neruda, te define como “un hábil tejedor de emociones e ilusiones que atrapan al lector”. ¿Cómo te sientes con estos elogios? 
- Es un escritor que admiro mucho, y un amigo muy generoso. Gracias a él, La librería tuvo rápidas ediciones internacionales. Esperemos que esta novela siga el mismo camino.

lunes, 3 de octubre de 2016

Borges habla de sus cuentos


       Este diálogo con el maestro Borges, corresponde a una extensa entrevista que realicé hace años, en una de sus visitas a Montevideo. Muchas de ellas figuran en mi libro “Conversación con las catedrales: encuentros con Vargas Llosa y Borges” (publicado en España por Editorial Funambulista).
           En esta oportunidad, si bien hablamos de nuestro país (al que mucho quería y llamaba la Banda Oriental), de escritores uruguayos y variados temas, he escogido un solo tema, por lo que siguen mis preguntas y sus respuestas sobre sus cuentos y sus libros.
            Se me ocurrió ilustrar el diálogo con esta foto de ese día.
           
           --Hablemos de sus cuentos. ¿Qué es un cuento? ¿Cómo lo define?
          --Lo fundamental de un cuento es contar algo y hacerlo de modo claro. Algunas amigas me leen cuentos que se pasan describiendo muebles o crepúsculos y se olvidan de lo demás. Si tiene personajes, eso debe explicarse enseguida, porque el lector quiere saber qué pasa con ellos… No se explica lo elemental en un cuento. Si un personaje aparece hay que explicarlo enseguida. En el cuento lo fundamental es el cuento… Yo empecé escribiendo de un modo muy barroco, muy vanidoso, pero ya no estoy de acuerdo con eso. Creo que en mis últimos cuentos hay cierta sencillez, cierta deliberada pobreza de vocabulario, que es beneficiosa.
            --¿Cómo comienza un cuento?
         --Empiezo un cuento con una frase casual y esa frase ya tiene un futuro, un pasado…
            --¿Cuántas veces los dicta?
          --No muchas. Porque cuando lo dicto por primera vez, en realidad es el cuarto borrador que he hecho en la cabeza, en la imaginación. Después, es sólo corregir detalles, buscar la sencillez, la economía.
            --¿Los libros? Pasemos a ese vasto mundo…
          --Mi idea es que hay libros que han sido escritos para unos y otros que fueron escritos para otros. Leer debe ser un acto de felicidad, no un acto de agobio, ¿no? Se lee para el placer... Lo que importa es la literatura, no la cronología de las obras. Y quizá, más que una obra, importa cada página, y más que cada página, cada línea.
            --¿Y sus libros, maestro? Tenemos sus “Obras Completas”…
           -- Me da vergüenza. Pero si me ha sido dado dejar alguna fábula en la memoria de los hombres, dejar algún verso que sea parte del idioma castellano, me sentiré muy feliz.